En el Ritz, en las horas previas al partido, Rafael Benítez intentaba abstraerse de los mensajes y las llamadas que recibía de sus más íntimos, que le contaban que en Inglaterra se rumoreaba insistentemente que sus horas en el Liverpool estaban contadas. El rumor se desencadenó a raíz de que dos casas de apuestas suspendieran todas los pronósticos que tuvieran que ver con el futuro del técnico español. La experiencia dice que cuando una empresa hace eso es porque se va a producir de forma inmediata una noticia que tiene que ver con el asunto.

Como las relaciones de Benítez con su club no están en el mejor momento, todo lo contrario, como AS informó ayer, la Prensa inglesa más sensacionalista llegó incluso a asegurar que dimitiría después del partido. No fue así, pero ni la victoria en el Bernabéu podrá ocultar el deterioro de la situación. Rafa quiere continuar en Anfield, pero desea controlar toda la parcela futbolística. Como Ferguson en el Manchester United o Wenger en el Arsenal. No es cuestión de dinero ni de años. Ha dejado sin firmar un nuevo contrato hasta el 2013 que se acercaba a los seis millones de euros. El técnico está en medio de la guerra entre los dos dueños norteamericanos. Hicks, el que está más cercano a él, quiere vender, pero antes quiere renovar a Rafa porque sabe que el club con él tiene un valor en alza. El otro dueño, Gillet, no quiere ceder al español todo el poder en la parcela deportiva y es quien maneja al actual director ejecutivo, Nick Parry.

A Benítez le están haciendo la vida imposible y en tres semanas puede decidirse su futuro. Hay quien asegura que además de la oferta del Liverpool tiene una del City, que le propone cinco años de contrato.