Corría el minuto 91. Francia había asediado a las Islas Feroe todo el partido, pero el marcado señalaba un raquítico 0-1. Los escandinavos disponían de un saque de banda en los tres cuartos de cancha gala. El lateral Bo mandó el balón al área y Gallas prolongó sin querer hacia atrás permitiendo el remate de Borg.

Si en lugar del tierno delantero feroés, remata un ariete curtido con mordiente, probablemente Domenech sería enviado hoy a la guillotina tras quedar fuera del Mundial. El pírrico triunfo final demostró que Francia narcotiza a los rivales, pero no crea ocasiones. Le falta pegada. Ayer Domenech alineó en punta a Gignac, pichichi del pasado campeonato galo después de conseguir 24 goles en las filas del Toulouse. Lo agradeció marcando. Y junto a él a Anelka, al que aburren las zagas correosas sin pedigrí. Él sólo sale ya de caza mayor. Mientras, Benzema, otro delantero con hambre, se desesperaba en el banquillo.

Partido rácano de los galos en el que sólo brilló Gourcuff, el hambre de Gignac y las apariciones por sorpresa de Toulalan desde la medular en una Francia desganada y conformista. Raymond Domenech ha sido capaz de echarse encima a la afición (por el mal juego), a la prensa (por sus polémicas) y a un buen número de futbolistas. Le faltaban sólo los clubes... Y al Bayern ya lo tiene. Eso sí, en las Islas Feroe hizo ayer muchos amigos.