Es sorprendente que Bojan Krkic, señalado desde amplios sectores del barcelonismo como la gran esperanza goleadora del futuro inmediato, no juegue apenas nada. La situación del joven delantero de Linyola es tan chocante que ya se elaboran cábalas y especulaciones de todo tipo, destinadas a hallar una explicación plausible.

La versión que circula a más velocidad por los pasillos del Camp Nou y de las redacciones de los medios deportivos señala un episodio de cierta acritud ocurrido la temporada pasada, cuando Pep Guardiola era el responsable técnico del Barcelona B (hoy Barça Atlètic). Cuando Bojan se hallaba aún en disposición de jugar con el filial, apenas reincorporado a la disciplina del club tras participar en el Mundial Sub-17 con España, anunció públicamente su intención de quedarse sólo en el Camp Nou. "Yo estoy con el primer equipo, y la posibilidad de bajar al filial ya quedó descartada a principios de temporada", dijo el delantero.

También descartó la posibilidad de ir a jugar a otro club, como cedido por una temporada, y lo cierto es que la apuesta le salió bien. Pero los malpensados creen que Guardiola se guardó aquella postura de Bojan, le tomó el número de la matrícula y ahora le está pasando la denuncia por exceso de velocidad.

Convertido en toda una realidad, con nuevo contrato hasta 2013 y cobrando ocho veces lo que venía cobrando hasta ahora, Bojan vive una situación extraña. No ha perdido un ápice de su buen predicamento entre el público y los medios, pero a su entrenador parece no hacerle el peso.