España se cita con la historia en el Prater

Eurocopa 2008 - Final | Alemania - España

España se cita con la historia en el Prater

España se cita con la historia en el Prater

morenatti

Cesc reemplaza al lesionado Villa. La Selección parte como favorita

Con ustedes, con nosotros: un momento para la historia. Porque esta noche en Viena reparten placas para la eternidad. Para los jugadores la victoria asegura el recuerdo, que es lo contrario a la muerte, la poesía de la alineación titular, el reportaje dentro de 50 años y la ancianidad venerable. Para nosotros, los que miramos, el triunfo nos acredita como testigos, condición que nos permitirá rememorar la batalla frente a las generaciones venideras, de natural ignorantes e impetuosas, y suspirar tras cada discurso que aquello, muchachos, sí que era un equipo de fútbol.

Hoy, en el transcurso de estas horas lentas y espesas que conducen al partido, se respira la importancia de esos días irrepetibles en los que años después recuerdas lo que almorzaste, el sol que iluminaba y hasta el nombre de tu pareja. Hoy conviene saborearlo todo como si fuera el último día de nuestra vida de perdedores, y digo en el fútbol, pero ustedes digan lo que quieran.

Para hacer más amena la espera recomiendo imaginarse futbolista y, luego de un suave paseo matutino, repasar mentalmente la táctica. Aconsejo baño y masaje, comida ligera y siesta profunda. Después, siempre en chanclas que liberen a nuestros diez pequeños artistas, sugiero chocar manos y jalearse por los pasillos y las piscinas. Por último, desdoblar la camiseta roja con ritual sagrado y entrar en ella como se penetra en un traje de astronauta, porque vamos a la luna.

No debe asustarnos nada. Hay quien teme porque nos declaran favoritos hasta los alemanes. Como si ese reconocimiento escondiera una trampa mortal, como si fuera peligroso ser mejor y que lo admitan. Es una vieja superstición y un antiguo complejo. Querríamos ser humildes y enfrentarnos a un equipo formidable porque así la derrota dolería menos. Querríamos no arriesgar nada, no sufrir, ocultarnos tras la grandeza del rival, la terrible Alemania, los que ganan siempre.

Formidable.

Sin embargo, se da la circunstancia de que el equipo formidable somos nosotros y de que esta vez el país grande es el nuestro y ya se ha gastado la calderilla en banderas. Ser favoritos, entonces, debe ser un orgullo que haga retumbar el Prater y que erice la piel de los ogros germanos. Somos mejores, y aunque eso no asegura el triunfo porque hay meteoritos en el cosmos, no debe impedir la alegría.

Tampoco debe afligirnos la baja de Villa. Puede afectarnos desde un punto de vista sentimental, pero deportivamente el equipo que resulta es magnífico, todavía más dominador. Perdemos remate, pero ganamos posesión de balón. Con el nuevo sistema (4-1-4-1) Cesc aporta control y el Niño Torres adquiere espacio, campo para desafiar a Metzelder y Mertesacker. Llega la hora de El Niño, como también es momento para la confirmación de Sergio Ramos, un jugador fundamental porque representa la caballería.

Nada descubro si digo que la batalla crucial se librará en el mediocampo. Los alemanes intentarán interrumpir nuestra circulación, con el inconveniente, para ellos, de que en eso no somos uno, sino cuatro, incluso hasta cinco. Si atan a Xavi, tocará Iniesta, y si también él fuera capturado nos quedaría Cesc, incluso Silva o hasta Senna.

Atentos.

Nuestra preocupación deben ser los balones aéreos, los que mataron a Portugal. Con esa misión saldrán Puyol y Marchena, entrenados en gigantes como Toni y Pavlyuchenko. Ballack, tan amenazante como un nido de ametralladoras, no se entrenó ayer por problemas físicos. Puede ser una debacle o un truco. Parece lo segundo. Sin él, Alemania pierde un 30%. O más.

No es un drama. Es una final. Nuestro final. Y lo escribimos nosotros.