España salvó el tipo

Amistoso | España 2 - Perú 1

España salvó el tipo

España salvó el tipo

Capdevila marcó en el tiempo añadido. Perú empató por un error de Marchena. La Selección se perdió con los cambios en la segunda parte

Capdevila, el cuarto delantero, nos libró del empate y del colorete. Mientras los grandes de Europa velan armas, España no se podía permitir un tropiezo ante Perú. Cualquier experimento es aceptable desde la victoria y ayer evitamos la explosión en el tiempo añadido. No jugamos tan mal, dirán. Ni tan bien. Tenemos lo conocido y nos falta lo de siempre: contundencia, pegada, puesta en escena, impresión mundial. No digo que hablen de nosotros cuando estemos muertos, digo que hablen mientras estamos vivos.

Que valga el susto para reaccionar. España mejora con rabia y empeora cuando el entrenador nos aturde con los cambios, inaceptables cuando está en juego el triunfo y el prestigio. Nada se aprecia cuando el partido se convierte en un enfrentamiento entre los amigos de Iker y los de Donny Neira.

Alguien dijo que el mejor sparring es la adversidad. Y si ayer la tuvimos fue accidental, más por culpa nuestra que por mérito ajeno. Estará bien que nos felicitemos por la victoria, pero sin engañarnos. Perú es una selección a la que, entre muchas otras cosas, le falta juerga. Una selección menor. Cuando el pasado noviembre depuró a los parranderos salvó el honor pero perdió el fútbol. Deberían saber que en estos casos la mejor solución es pagar los destrozos, dejar propina y seguir jugando. Porque los equipos que apartan a sus mejores jugadores escupen contra el viento, aquí y en Perú. El talento y la integridad no dan para hacer un equipo de once y los modales no deben ser requisito imprescindible para una convocatoria, ni de futbolistas ni de cantantes de rock.

Lentos.

Ordenemos lo ocurrido. El partido se presentó con emoción de himnos y gestos, pero decayó en cuanto el árbitro señaló el inicio. España debería probar a jugar con sol, que así serán dos de los tres partidos del grupo, a las 18:00 horas. Da la impresión de que la sesión nocturna nos aturde y así arrancamos ayer, dormidos.

La Selección se movió con una parsimonia rayana en la pachorra. El fútbol de toque, llevado al paroxismo, corre el riesgo de perder de vista la portería. Y el balón es un instrumento, no un objetivo. Contra Perú no pasa de anécdota y cuando ganas es un lujo. Pero hay otros mundos y están en cuartos.

El caso es que España dominaba el juego mientras los peruanos terminaban de presentarse. La primera ocasión llegó a los tres minutos, cuando Iniesta remató en boca de gol un gran pase de Villa. El balón rebotó en una extremidad enemiga y bien pudo ser un brazo, pero Iniesta, de educación exquisita, apenas reclamó.

La jugada nos descubrió el filón de la banda izquierda. El equipo tiene una querencia natural a ese flanco y no es casualidad: para eso sirve poner a los zurdos en la zurda y abrir a los que desbordan. Cada conexión entre Silva y Villa era un calambrazo.

No me malinterpreten. Iniesta se apañaba por la derecha, incluso se le recuerda un regate de extremo. Pero no lo es. Cumple porque es un talento, pero su instinto le mueve a los terrenos de la creación, donde se encuentra con Xavi y se saludan. Y entonces volvemos a depositar sobre Sergio Ramos la responsabilidad de apropiarse de un terreno con la extensión de Chile.

Aunque el mediocampo de España no conectaba con Fernando Torres, la sensación era de absoluta tranquilidad. A los diez minutos un buen remate de Silva tropezó en Butrón. Acto seguido, un ágil peruano abrazó a Sergio Ramos cuando saltaba a cabecear un córner. El árbitro premió la pirueta mirando a otro lado.

No había de qué preocuparse, o eso parecía. Si no era por méritos propios sería por errores ajenos. Xavi disparó desde fuera del área y el balón llegó a Butrón convertido en trucha. Se le escapó de los guantes, golpeó un palo y rodó por la raya de gol.

A los 16 minutos se registró el primer acercamiento de Perú, aunque fue leve, un centro desde la banda que vio el área desde el cielo. En ese desierto, Guerrero era un mohicano al que se intuían maneras y no se le divisaba compañía.

El partido se calentó de pronto y fue a palos. Hidalgo decidió cobrarse todo el oro del Perú. En la misma acción atacó a Iniesta, que ya podrá, y a Sergio Ramos, que no es tan fácil. El árbitro repartió tarjetas, pero siguió ignorado. Llegados a ese punto España jugaba contra sí misma y Perú contra la inercia.

Pasada la media hora, Iniesta abrió a Ramos y el pase del lateral no encontró rematador, aunque varias piernas lo intentaron, también la de Torres. En la siguiente jugada Villa abrió el marcador. La triangulación dejó a Iniesta maltrecho, víctima de una entrada por detrás de Cruzado, pero los últimos trazos fueron impecables: Xavi abrió un pasillo para Villa y el delantero marcó con determinación, sobrado, como es él. El jet-lag de Perú llegó a tal extremo que sus jugadores quisieron sacar la falta cometida sobre Iniesta. O tal vez sean genios del disimulo.

Groggy.

Tras el gol se precipitaron las oportunidades. Un robo de Villa a Hernández propició un contragolpe magnífico que involucró a Sergio Ramos, Silva y de nuevo a Villa, que no alcanzó el balón definitivo por un tupé. El movimiento fue muy celebrado por el público, pero nacía, otra vez, de una jugada que surgía directa y terminaba barroca, como si para la Selección no existiera otro camino que el que se recorre dando volteretas. Y eso es peligroso.

En la segunda parte comenzó el carrusel de cambios. Y Perú se estiró unos metros. Pese a todo, España contó con Salas, un colaboracionista. Le regaló un gol a Silva y fue repartiendo mercedes a quien las quisiera considerar. La suerte de los visitantes es que Butrón había despertado y sus reflejos fueron solventando despistes.

Perú se fue animando entre espontáneo y espontáneo y Casillas tuvo que intervenir dos veces. En la primera por disparo de Guerrero y en la segunda por rebote en Capdevila. El cántaro se rompió cuando Marchena despejó a la cabeza de Rengifo, que no tuvo más que mantener firme el cuello.

En ese instante cambiamos de experimento y probamos a remontar un partido imperdonable. Güiza disfrutó de varias ocasiones, pero se estrelló contra el mejor Butrón y contra una cierta languidez propia. Cazorla acarició el segundo y De la Red también tuvo en sus botas la gloria del debut, pero su remate fue desviado por un defensa.

Tuvo que ser en el descuento cuando nos quitamos la soga del cuello. Cesc buscó desde la derecha y Capdevila enganchó con la derecha una volea incontestable. El gol salvaba algo más que un marcador. Rescataba la fe, la esperanza y la caridad. No ha pasado nada. Fue un experimento.