Joan Laporta y Sandro Rosell fumaron la pipa de la paz el pasado día 20 en un conocido 'music hall' de Barcelona, poniendo fin a tres años de profundas desavenencias. Las conversaciones que entre ambos auspició el político catalán Josep Antoni Duran i Lleida dieron resultado. En síntesis: Duran consiguió que Laporta adelante su salida del club (su mandato acabaría en 2010) y se presente a las elecciones a la presidencia de la Federación, que se convocarán a lo largo de 2008. Rosell será el nuevo mandamás barcelonista. AS adelantó en su día la intención de Rosell de presentarse a las elecciones azulgrana. Tras este pacto su vuelta al Camp Nou se adelantará un año. Malo para el Madrid.

La maniobra tiene calado. Laporta está denunciado por un grupo de socios y el Tribunal Catalán del Deporte podría inhabilitarle en breve si entiende que, como dicen los denunciantes, tomó mal posesión de su cargo, en junio de 2003, pues no esperó al 1 de julio, cuando empieza el año futbolero. Además podría verse obligado a avalar parte del presupuesto del club, junto a sus directivos. Añádanle a esto el difícil momento deportivo por el que atraviesa el equipo y convendrán en que dejar ahora el club (en concreto, el 30 de junio) es una buena salida para él.

¿Por qué la Federación? Muy sencillo: desde que Ramón Calderón, presidente del Madrid, se amigó, con Villar, los árbitros no persiguen con tanta saña al Madrid. "Con nosotros (admitió Laporta en la cumbre del 'music hall') se portan igual de bien, pero al Madrid lo respetan, como se demostró la noche del 0-1 en el Camp Nou. ¡No nos echaron una triste mano!" Laporta, que ofrecería a Villar la presidencia de la Comisión de Relaciones Internacionales de la RFEF a medias con Joan Gaspart, se rinde también a una evidencia: aquí, el que de verdad entiende a Ronaldinho es Rosell, que fue quien lo trajo.

Sandro sigue pensando que el 10 es la piedra en la que debe apoyarse el Barça del futuro y aceptó el reto de buen grado. Incluso piensa en fichajes: ver columna de al lado.