Se acabaron las pruebas. El Real Madrid vuelve a escena en el Teresa Herrera seis años después de su última aparición. Y lo hace con un objetivo prioritario: madurar el once que se juegue la Supercopa ante el Sevilla el próximo sábado. Según lo ensayado ayer, Schuster ya tiene decidida la distinción entre titulares y suplentes, pero aún duda sobre cuál de estos dos bandos disputará la semifinal ante el Os Belenenses hoy y cuál será el que se enfrente mañana al Deportivo en la final o al Atalanta en la consolación.

Ante la lentitud en la llegada de refuerzos, el madridismo de a pie afronta este torneo con la ansiedad de ver algo más esperanzador de lo mostrado en esta pretemporada, que ha sido soso y repleto de dudas. Por eso, muchos cruzan los dedos para que los experimentos den paso de una vez a los jugones y para que todos estos se muestren a la vez. Recordando quién es el campeón.

La mentalidad del técnico alemán no difiere de la de sus fieles. Por ello, y si nada cambia, presentará hoy en sociedad su once de gala con permiso de las bajas. Y éste ya deja varias conclusiones aun sin estrenarse: Pepe se consolida como el jefe de la zaga, Diarra y Guti serán el motor y el cerebro del equipo y Raúl y Soldado los arietes a la espera de Van Nistelrooy. Buen examen para el capitán en su regreso al área tras sus devaneos de antaño en la banda y una oportunidad de oro para el canterano de demostrar que lo de Pamplona sólo fue un aperitivo.

El resto del equipo se sustenta por las necesidades. Ramos en el lateral ante la mala forma de Cicinho y la inapetencia por Salgado, mientras que Torres se aferra al carril izquierdo a la espera de que el mercado traiga una sorpresa o Marcelo madure. Habrá rival, lo lidera Dady (lo quiere Osasuna) y es de grato recuerdo (inauguró Chamartín), pero a estas alturas parece lo de menos. La obsesión ahora es comenzar a ilusionar, y hoy es un buen día.