Más que una gala para recoger los galardones anuales de la FIFA, fue una reunión de amigos. Para empezar, fue la noche en la que Raúl y Luis limaron sus asperezas, que han terminado con el capitán de la Selección fuera de las últimas convocatorias. En el hotel Hyatt se encontraron a media tarde, se dieron la mano y Luis le dio una palmada cariñosa. Primer avance. Después se subieron juntos en el coche de la organización para ir al Teatro de la Ópera. Segundo avance. Allí, se encontraron con Ronaldo y los tres hicieron un aparte entre chascarrillos y risotadas. Tercer y definitivo avance.

Hubo corrillos deliciosos antes de empezar la fiesta. Por un lado, Ángel María Villar, Ramón Calderón y Mijatovic conversaban con una algarabía indisimulada. Por otra parte, Ronaldo y Zidane se fundían en un abrazo conmovedor. Hasta hace unos meses eran amigos y residentes en Madrid. Bueno, siguen siéndolo. Zizou es feliz en la capital y seguirá entre nosotros. Tuvo gracia cuando Gullit le preguntó si recordaba un momento muy especial en su carrera. El auditorio rompió a aplaudir entre risas porque el recuerdo del cabezazo a Materazzi flotó en los pensamientos de todos

También vimos a Calderón presentarse a Matthäus, y le preguntó cómo ve la apasionante eliminatoria Madrid-Bayern de Champions. Laporta y Begiristain, más comedidos, daban abrazos que disimulaban su decepción por el palo de Yokohama. Hasta Blatter, vikingo él, se lo recordó: "Ganó el Internacional de Porto Alegre al Barcelona. Y punto". Y se fueron felices, con mayoría blanca en la sala (Raúl, Ronaldo, Cannavaro Y Zidane), Ronaldinho melancólico y Klose (Bota de Oro en el Mundial), Hernán Crespo (Plata) y Pirlo (Balón de Bronce en Alemania) con cara de decir: "¿Qué pintamos aquí?".