Hay partidos a los que si les quitas la música de la Champions, la publicidad estática y la parafernalia propia de estos encuentros podrían pasar por un choque del más insulso de los torneos de verano. El Deportivo-AEK es un ejemplo. Un conjunto muy superior, el Deportivo, y otro que además de ser mediocre encima no se jugaba nada, como el AEK. La consecuencia es un espectáculo bastante lamentable y aburrido que invita a explorar otras aficiones y pasar una temporada alejado de un campo de fútbol.

El Deportivo, aturdido todavía por el bochorno que protagonizó en Mónaco, cubrió el expediente e hizo lo justo para ganar y poner casi los dos pies en los octavos de final. Una derrota por menos de dos goles ante el PSV en Eindhoven le clasifica para la siguiente ronda.

Con un espíritu funcionarial, el conjunto gallego hizo su trabajo pero sin excesos, sin esforzarse demasiado. Llegó y se fue a su hora, pero entre medias su presencia pasó inadvertida.

Golazo de Héctor

Lo mejor del encuentro fue, sin duda, el primer gol, conseguido por Héctor de un espectacular disparo desde el borde del área. Ahí los griegos comprendieron que su destino en este partido estaba decidido y empezó a acabarse el choque.

Hubo momentos en los que el Deportivo jugó casi andando y aún así fue infinitamente superior al AEK, un equipo con una defensa muy mala, impropia de esta competición, y un centro del campo y una delantera absolutamente prescindibles. Sólo se salva Tsartas, que conserva un toque de balón con el que no pueden ni soñar sus compañeros, que tiran a la basura todo lo que él inicia.

Los tantos de Valerón y Luque en la segunda parte terminaron de sentenciar un resultado que pudo haber sido mucho más amplio si el Deportivo hubiera tenido algo más de ambición. Claro que a lo mejor no es un problema sólo de actitud. Jugando así, poco lejos va a ir el Deportivo por Europa.