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366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 20 DE ABRIL

El definitivo desengaño de Kubala (1964)

Actualizado a
Ladislao Kubala, jugando con la camiseta del Espanyol.
Diario AS

Kubala había sido hasta la fecha el más importante jugador en la historia del Barça. Para algunos veteranos aficionados aún lo es, a despecho de Cruyff, Maradona u otros fenómenos. Terminada su carrera fue entrenador del club, aunque duró poco y salió mal. Y al principio de la temporada 1963-1964 dio la campanada, al fichar por el Espanyol, nada menos, el eterno rival del Barça. Ya hacía cuatro años que el presidente del club blanquiazul, Oliveras de la Riva, había pretendido fichar a Kubala, en una operación carambola bastante complicada, que hubiera incluido utilizar Les Corts, que para entonces aún se mantenía en pie. Pero no lo consiguió.

Sí lo hizo, al fin, a principos de esa temporada, un nuevo y audaz presidente, Vilá Reyes, dentro de un plan de jugadores veteranos, quizá demasiados, que tendían a darle al equipo solidez, aunque al final la operación se revelaría falta del necesario aporte del brío de jugadores más jóvenes. Junto a Kubala fichó a Tejada, que había agotado sus mejores días en el Barça y aun después pasó por el Madrid, un Maguregui ya de vuelta, y algunos veteranos más. Director técnico era Scopelli, que contrató como entrenador a Areso, que se había ido de España cuando la guerra, y, tras regresar en 1946 y jugar todavía algo en el Racing, había entrenado luego en España y Portugal. La temporada españolista era un fracaso y, tras un cónclave con periodistas destacados de la ciudad, Vilá Reyes decidió darle todo el poder a Kubala, con un entrenador aparente, Perico Solé. La situación no se enderezó y el Espanyol vivió la temporada entera en riesgo de descenso. Pero el día más amargo fue la visita al Barça, al Camp Nou, donde era esperado Kubala como un traidor. El partido se rodeó de una expectación máxima y Kubala tuvo que escuchar una bronca monumental cuando salió al campo con los suyos, bronca que se recrudeció cada vez que tocaba el balón. El Barça, muy superior, ganó por 5-0, con goles de Ré (tres), Kocsis y Gracia. Al final del partido, buscando una reconciliación difícil entre ambos clubes, Kubala pide a los suyos que hagan pasillo al Barça y le aplaudan.

A Kubala le pareció un gesto positivo, pero fue muy mal tomado por ambas partes, según pudo comprobar inequívocamente al día siguiente en la prensa, en la calle, en los corrillos. Nunca se sintió tan ridículo Kubala como ese lunes, según me contó al cabo del tiempo: «Hubiera querido borrar ese lunes de mi vida». Los culés lo tomaron como una demostración de sentimiento de culpabilidad; los españolistas, como una humillación, un gesto de pleitesía al Barcelona que indicaba que Kubala no estaba realmente con ellos.

El Espanyol acabó jugando la promoción. Perdió el partido de ida, en Gijón, 1-0, pero a la vuelta ganó por 3-0, en Sarriá, en el que fue el último partido de Kubala. Gran encuentro, por cierto. Marcó un gol y fue la estrella del partido. Al menos se llevó de su carrera como jugador ese último buen sabor de boca. Y, siguiendo en su línea de veteranos, el Espanyol fichó ese verano a Alfredo Di Stéfano.