Sólo echar un vistazo a la grada servía para entender que algo había cambiado. El primer entrenamiento de Míchel al frente del Getafe fue seguido por más de un centenar de aficionados que le pidieron autógrafos al final.

En el campo el cambio fue también evidente. El balón presidió la sesión y los futbolistas tuvieron un cambio de actitud típico cuando hay cambio de técnico. Mucha más intensidad y gritos constantes para animarse o corregirse entre ellos. Míchel dialogó con el grupo, explicó el entrenamiento en el círculo central y después exigió velocidad durante los ejercicios y entre uno y otro para no perder ni un segundo.

En lo futbolístico, Míchel ensayó un cambio de sistema probando algo similar al 4-1-4-1 con el que jugaba su Castilla. La primera consigna para sus futbolistas es no dar ningún pase horizontal, otra, constante movilidad para crear y aprovechar espacios. Durante el partido con el que concluyó su primer entrenamiento, exigió jugar a dos toques. En cuanto a las posiciones, Cotelo siempre actuó como lateral derecho, Cortés probó en la izquierda y lo que parece una máxima es que Granero volverá a jugar como medio centro en la línea de cuatro por detrás del punta. Parece que Manu, Albín y Uche tendrán que reconvertirse en centrocampistas ofensivos o extremos.

Fuera de lo estrictamente deportivo, los jugadores bajaron a la Ciudad deportiva a pie y no en sus coches. Míchel llamó la atención vehementemente a algunos futbolistas advirtiendo medio en broma medio en serio: "Para y atiende que soy el jefe". Siempre encima de cada pase y cada movimiento, acompañado por un Esnáider también muy activo y con la ayuda de un equipo que no perdió la concentración ni la intensidad en ningún momento. Tan bien fueron las cosas, que el nuevo técnico azulón decidió entrenar a puerta abierta por la tarde y seguir ensayando cuestiones tácticas. Queda poco tiempo para su primer partido y Míchel sabe que hay muchas cosas que atar en corto. Toni Muñoz se acercó a ver la parte final de la sesión.