Después de semanas de declaraciones cruzadas, de un conflicto tedioso, de acusaciones contra él por no tomar partido, por no mojarse, de un fallo del Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) favorable al Barcelona, Leo Messi verá el partido de esta noche por la tele. No entiende el argentino que tras ponerlo a los pies de los caballos de la prensa argentina, el Barça (o sea, Joan Laporta y Txiki Begiristain, los impulsores del litigio contra la FIFA y el COI) haya prescindido de él para jugar contra el Wisla. Enfermo de la pelota como es, Messi quiere estar siempre donde hay un partido de su equipo, y el de esta noche, pese al 4-0 de la ida, no es una excepción para él.

Molesto. Viendo el asunto desde esa perspectiva, Messi no ocultó ayer que se encuentra molesto, a pesar de que aún arrastra las consecuencias del viaje de regreso desde Pekín, donde el domingo se colgó del cuello la medalla de campeón olímpico. Todavía le daña la vista el recuerdo de una portada en la que el diario argentino Olé se preguntaba si Messi "tiene Juegos", en una clara alegoría a su escasa valentía (desde el punto de vista argentino).

Messi tiene lo que quería, el oro olímpico, pero ya empieza la temporada con saldo negativo: un partido que se pierde.