Van Nistelrooy se desmelena

Primera | Osasuna 1 - Real Madrid 4

Van Nistelrooy se desmelena

Van Nistelrooy se desmelena

jesús aguilera, juan flor y mikel saiz

El holandés consiguió cuatro goles. Valdó marcó el tanto de Osasuna. Los locales acabaron desquiciados y se emplearon con dureza

Algunos lo dirán: el Madrid tiene suerte. Lo comparto: la suerte de tener a Van Nistelrooy. Y eso no es carambola ni casualidad. Es la suerte de tener fortuna. Y saber gastarla. También convendría señalar que cuando alguien consigue cuatro goles o los recibe no cabe hablar de suerte, ya que la repetición, a favor o en contra, es totalmente incompatible con el azar, motivo por el que los ricos se creen tan listos. Lo que nos lleva a pensar que algo hizo muy bien el Madrid y en algo se equivocó mucho Osasuna.

Pero cuidado. No se puede despreciar al Madrid porque llegó cuatro veces a la portería contraria (alguna más) y marcó cuatro tantos. En este caso no se puede esgrimir el ahorro como crítica, lo impide la generosidad del marcador. Esta vez, no es racanería, es precisión. Ayer el Madrid no hizo lo mínimo imprescindible, sino lo máximo necesario.

Sin embargo, habrá que puntualizar. Nos referimos al Madrid y queremos decir Van Nistelrooy. Y escribimos Osasuna y englobamos en el término al equipo de la primera mitad y al de la segunda, que poco tuvieron que ver.

Por partes. Las victorias no pertenecen a un jugador, sino a un equipo. La regla es bien conocida y favorece la vida en comunidad y la comunión de talentos y torpezas. Pero tiene una excepción: que un futbolista marque cuatro goles (o más). Entonces, no hay escudo en el pecho sino retrato del goleador. Y el himno es su canción favorita.

Rutgerus Johannes Martinus Van Nistelrooy fue el absoluto protagonista del partido de ayer, tanto como lo es su nombre del párrafo que comienza. Él condujo al Madrid por un camino que no parecía haber tomado. Y por si alguien pensó que se trataba de suerte, repitió. Hasta cuatro veces. En cierto sentido libró una guerra aparte. Y el Madrid la ganó.

Entiendo que el desconcierto fuera mayúsculo en Osasuna, porque cuando comenzó el partido dio la impresión de estar bien preparado. Al menos, anímicamente. Tácticamente es otra cuestión. Ya desde la previa llamó la atención que Ziganda apostara por Webó como único delantero. Sólo se comprendía si era un modo inconsciente de protestar por la ausencia de Soldado, víctima de la cláusula de cesión. El caso es que la inconsciencia salió cara, porque recluida la pantera en el área, a su cabeza llegaron las mejores oportunidades de Osasuna en los primeros minutos, cuando todo estaba por decidirse. Y Webó, ya se sabe, no es un gran rematador de cabeza. No lo son los felinos.

Por ahí se le escaparon a Osasuna las pocas opciones que tuvo. Sin ariete, el esfuerzo no tenía conclusión. Y esa situación encontró su negativo en el equipo de enfrente. Después de haber disfrutado de algunas ocasiones (no sólo fueron cuatro tiros) de Robinho (otro felino) y Sergio Ramos, el Madrid empezó a encogerse, intimidado por el ardor enemigo. En el momento de más calor, Robinho probó suerte desde lejos y el balón botó un metro antes de llegar a Ricardo, que no acertó ni a blocarlo ni a repelerlo. Van Nistelrooy barrió con la pierna izquierda y en un gesto de puro delantero centro adelantó al Madrid.

Leña.

Osasuna se lo tomó mal. Y viendo que el fútbol no era bastante, endureció el juego. Y en eso se perdió, porque sus jugadores tienen otro estilo. Le ocurre, sobre todo, a Raúl García, con tendencia a desquiciarse cuando olvida el balón y se concentra en la destrucción del rival.

En el intervalo de quince minutos entre el primer y el segundo gol del Madrid, se registró una buena parada de Casillas a tiro de falta, un confuso despeje de Ramos con nariz y brazo y un cabezazo picado del sevillano que rozó el gol. Ese era, más o menos, el reparto de poder en el encuentro.

Por eso es lógico que Osasuna acusara el nuevo golpe y, especialmente, cómo se produjo. Fue así: Guti metió un pase interior a Robinho, que fue interceptado por Miguel Flaño, con tan mala suerte (o lo que fuera) que el balón rebotó en el brasileño y quedó a merced de Van Nistelrooy, que remachó ante la salida inútil de Ricardo. El holandés, por supuesto, estaba en el lugar adecuado.

El segundo tanto ya merecía una reflexión: cuántos goles se habrá perdido el Madrid en los últimos años por no haber jugado con un nueve puro (Ronaldo no lo es). Y otra más: cuántos goles podrá marcar Van Nistelrooy cuando se encuentre con asistentes por las bandas.

Cuando la desesperación local ya era preocupante, un memo terminó de agravarla al lanzar un mechero y golpear en la cabeza a la Casillas. El tumulto perjudicó muchísimo a un equipo que todavía tenía inercia para intentar la remontada y que dejó de tenerla.

Como si existieran los castigos divinos, Van Nistelrooy puso la puntilla al aprovechar un pase de Raúl y culminar con un zurdazo raso que peló de gnomos el palo del portero.

Así acabó la primera mitad. En la reanudación, Ziganda volvió a flagelarse: sustituyó a Webó y Raúl García, los futbolistas, junto a Delporte, con más talento del equipo, los que siempre deben estar. Sin ellos importó muy poco la entrada de Milosevic. Minutos después, el entrenador completó el genocidio y retiró a Delporte.

Osasuna siguió teniendo ganas y genio (malo, generalmente), pero el Madrid ya se paseaba (literal) convencido de la victoria. Fruto de esa relajación Valdo marcó de cabeza a la salida de un córner, sin marcador cerca ni perro que le ladrara.

Nada cambió. Se sucedieron patadas, tarjetas y sustituciones y el panorama continuó igual. Osasuna, sin talento al que agarrarse, y el Madrid gastando lo único que se permite: tiempo.

Pero Van Nistelrooy no había dicho la última palabra. Emerson, muy cómodo entre el fuego de morteros, buscó en profundidad al holandés y allí se presentó Ruud, que ayer no faltó a una cita. Su posición era, tal vez, la más complicada, demasiado escorado. Y su intento fue, sin duda, el más arriesgado: la imaginó en la escuadra y allí la mandó. Curiosamente, lo celebró más estupefacto que radiante, como si en lugar de pensar en lo conseguido hubiera pensado en lo que quedaba de noche, casinos, bellas y todo tipo de atracciones.

Se explica fácil. Después de perder ante el Celta al Madrid le debían una y se tomó cuatro. No suelen ser tan rápidas las compensaciones. Pero a veces lo son. ¿Suerte? Ja.

A Iker le dieron con un mechero

En el minuto 43, cuando se disponía a sacar de puerta, Iker Casillas recibió el impacto de un mechero lanzado desde la grada. El portero madridista cayó al suelo y tuvo que ser atendido por el doctor Hernández.