Febrero es época de exámenes; que se lo digan a esa legión de estudiantes que acaban de pasar por el trago de clavar los codos y demostrar que les ha cundido (o no). Hoy le toca al Barça, sólido primer clasificado en la Liga según enseñan sus 57 puntos, siete más que el segundo, pero con algunas dudas razonables en cuanto a su juego. Enfrente estará el Chelsea, considerado por muchos como el verdadero coco de esta ronda de octavos de final de la Champions League. Será también para el equipo de José Mourinho una prueba de fuego, apenas tres días después de que cayera eliminado en la Copa inglesa, ante el Newcastle United (1-0). De lo que ocurra hoy en el Camp Nou dependerá en gran medida la suerte de ambos equipos en la competición europea.
El Chelsea llega lastrado por las bajas. A la ya conocida de su delantero Arjen Robben, en las horas últimas ha sumado la del defensa Wayne Bridge, que se perderá el resto de la temporada, y las lesiones del lateral William Gallas, el centrocampista Damien Duff y el delantero Didier Drogba. Mourinho, que el lunes cerró el Olímpic de Montjuïc para evitar filtraciones, ayer se vio desbordado por su carácter chulesco y dio la alineación. Si no mintió, Gallas y Drogba estarán en ella, lo que significa que Giuly tendrá que vigilar al lateral zurdo y que Márquez verá duplicado su trabajo para frenar al marfileño, 188 centímetros de músculo no exentos de técnica futbolística.
Como en todas las grandes citas, las expectativas de ver un partido espectacular son muchas, pero pocos cuentan con que el Chelsea sigue vivo en casi todas las competiciones porque responde al modelo Mourinho: un fútbol rácano, que no hace concesiones al espectador. El metro cuadrado de césped en campo del equipo inglés se pagará más que el de un piso en el Paseo de Gràcia, de ahí que el ritmo que impongan en la circulación Albertini, Xavi y Deco resulte fundamental para crear espacios.
Según la estadística, el Chelsea no pierde dos partidos seguidos, por lo que después de la caída copera le tocaría sumar. Pero los números importan muy poco cuando delante están Etoo, Ronaldinho y compañía. Si el Barça recupera el perfume de su mejor fútbol no habrá color.
