"Festejé ganar al Sevilla sembrando patatas"

Antonio Tapia

"Festejé ganar al Sevilla sembrando patatas"

"Festejé ganar al Sevilla sembrando patatas"

Antonio Tapia (Baena, 1959) renunció al Málaga un día porque era el segundo entrenador y no le pareció legal suplantar al primero. Su discurso es peculiar. Atrás quedan sus tiempos en Mijas, Fuengirola, Cádiz, Las Lagunas, El Ejido y Málaga B, del que salió para rescatar al primer equipo.

Cuentan que es usted un enamorado de la siesta. ¿La duerme igual desde que es el entrenador del Málaga?

Pues sí, porque sí, soy muy siestero. ¡De ponerme pijama incluso! Si puedo, una horita no me la quita nadie.

Será que tiene usted la conciencia tranquila.

¡Lo procuro! Respecto al fútbol no le voy a decir que sea lo mismo entrenar al Málaga que al filial, pero no hay grandes diferencias. Antes tenía mis líos, igual que ahora. Que si preparar el partido, que si fijarme en el rival La mayor novedad es que le debo dedicar mucho más tiempo a la Prensa ahora.

Vamos, que la vida le ha cambiado poco.

Muy poco. A mí lo que me gusta es entrenar y sigo entrenando. Quizá hasta es más fácil entrenar a la primera plantilla, pues la forma gente madura, con una mayor capacidad para asimilar lo que se les propone. No sucede lo que cuando estás con chavales, que tienes que estar al tanto de un montón de cosas, desde lo puramente técnico a cuestiones como la alimentación, el descanso, la actitud ante el deporte y ante la vida... El fútbol no es tan complicado.

¿Qué futbolistas del Málaga pueden ponerse como ejemplo a los chavales?

Gerardo, Romero, Valcarce, Litos, Arnau. Le diría que todos. Su mayor virtud es el sentido común.

Le decía un maestro a mi clase, cuando teníamos 14 años: sentido común, el menos común de los sentidos en la mayoría de ustedes.

¡Ja, ja! Buen maestro era ése Fíjese en entrenadores como Irureta, que son un ejemplo para todo en cuanto a eficacia y buen hacer. También Luis Aragonés. Y tantos y tantos entrenadores que jamás tendrán la ocasión de llegar a Primera División pero que están ahí, en otras categorías, realizando una labor sensacional. Muchas veces no llega arriba el que más lo merece.

¿Por ejemplo?

Montes, el entrenador del Melilla; Lucas, que acaba de ser despedido del Algeciras; Antonio Montero. Yo soy profesor de la Escuela Andaluza de entrenadores y en una de las cosas en las que más hincapié hago cuando estoy con los alumnos es que éste es un oficio vocacional. Nos equivocamos si pensamos en una categoría determinada. Seamos tan vocacionales al frente de un juvenil que en Primera. Hay que amar el fútbol, el banquillo, más allá de la categoría y de la camiseta que te toca defender.

Su caso recuerda el de Gregorio Manzano, al que relevó en el Málaga, por aquello de la carretera y manta. Él iba desde Jaén al fin del mundo y usted desde Mijas, donde vive, hasta El Ejido no hace tanto.

Eso es: 425 kilómetros tres o cuatro veces a la semana. Ida y vuelta, ¿eh?

Bueno: si hubieran sido ida los hubiera hecho igual.

Pues ¡seguramente! Eso sólo se hace por vocación. Manzano, yo y tantos otros entrenadores, solos en el coche, comiendo un bocadillo, por esa carretera de la costa que anda que no tiene camiones

Y eso compaginándolo con su trabajo de currante.

De profesor de Educación Física en un instituto, en efecto.

Y seguramente cobrando menos en El Ejido.

Sin seguramente: cobraba menos. Y no sólo en dinero, sino por el gasto de coche, de mal comer, que eso también iba a mi costa. Pero, ya le digo, te metes en esto y no hay quien te saque. A El Ejido fui para diez días y me quedé tres años, yendo y viniendo. Si no hay vocación, no lo haces, no te compensaría nada.

¿Usted está en desventaja ante un ex futbolista famoso con carnet, Bernd Schuster por ejemplo?

Es lógico que tengan sus ventajas, pero al final todos nos enfrentamos al vestuario, y Menotti tiene razón cuando dice que hay que dirigir desde el conocimiento. La plantilla capta al instante si lo que le dices es eficaz y tiene sentido. Luego están los resultados, claro. A todos nos encanta llegar a estadios con 40 y 50.000 personas, preparar partidos y ver cómo se contrarresta a Ronaldo. Pero si después hay que dirigir chavales del barrio, se dirigen con toda la ilusión del mundo. Yo lo siento así.

¿De quién aprendió más?

De Antonio Benítez, que ha sido el que más y mejor ha trabajado en el Málaga. También Pepe Andrade, Tolo Plaza, Ismael Díaz, Cayuela Y sobre todo, de los jugadores. Si un entrenador es observador aprende de los jugadores veteranos que tiene en el equipo y también de los rivales: cómo juegan, qué preparan, como dirigen el partido.

¿Qué colega le llama más la atención?

Joaquín Caparrós tiene un mérito extraordinario: no fue un jugador famoso y ahí está, haciendo una tarea magnífica. Él y el Sevilla como club, desde luego. Fichan bien, trabajan bien la cantera, son competitivos... Lo tienen casi todo.

Citó antes a Cayuela. ¿Cómo fue la historia aquella de que lo despidieron a él y usted se negó a sucederle en el banquillo del Málaga?

Estábamos en Segunda B y yo ejercía labores de preparador físico y segundo entrenador. Lo despidieron y me propusieron ocupar el cargo, pero renuncié porque yo había tomado decisiones e influido en la marcha del equipo. Si la directiva consideraba que no era la adecuada y que se imponía un cambio técnico, yo no podía ser el elegido, pues me consideraba corresponsable con lo que había sucedido. Hay que cuidar las formas, en esta vida no vale todo. Los fines no justifican los medios.

Pedagogía pura.

Llevo de entrenador desde 1987 y siempre he funcionado así. En un club estás dos o tres años, no más, y yo he procurado dejar siempre la puerta abierta donde estuve. Nos echan de un sitio los resultados, pero la manera de ser y de comportarme no varía ganando o perdiendo. Nos gusta tener éxito, pero no a cualquier precio: eso me enseñaron en mi casa.

Buena herencia fue ésa.

Hay que formar a la gente, a esos chavales que llegan a jugar a un club y que son cada uno de una familia, de un ambiente. Quizá es que me sale mi vena de profesor, pero a los chicos les hablo de valores, algo que quizá está como pasado de moda para mucha gente, pero que para otra como yo es fundamental. Al señor que acude a matricularse para ser entrenador de fútbol hay que recordarle que si para ser feliz hay que entrenar en Primera, la inmensa mayoría de entrenadores serían unos frustrados. El famoseo, el dinero, lo material, todo eso es superficial.

Me sugirió un pajarito llamado Juan que le pregunte cómo celebró usted el triunfo sobre el Sevilla (1-0) en su debut en el Málaga y en Primera División.

Sembrando patatas.

¡Es usted un fenómeno!

¡No, hombre! Resulta que yo tengo unos amigos de toda la vida con los que salgo al campo los días de fiesta. Uno de ellos tiene un huerto y allí sembramos patatas, lechugas, comemos todos juntos, charlamos de las cosas de la vida Somos felices así. Y como el partido con el Sevilla se jugó en sábado, al día siguiente allá que nos fuimos, Y sí, lo celebré sembrando unas patatas que serán buenísimas cuando crezcan.

Usted está casado y tiene dos hijos. ¿Futboleros?

Le dan al balón, son buenos chavales, se divierten haciendo deporte. Uno estudia Educación Física y Fisioterapia y el otro está en el bachillerato. Bien, contentos.

Lo del Málaga, una lucha.

Pienso que tenemos una plantilla que durante cinco años ha demostrado que su lugar está a la mitad de la tabla de Primera, lo que me inclina a pensar que saldremos a flote. Hemos sumado seis puntos ante Sevilla y Atlético y a Zaragoza viajamos muy ilusionados. Nos falta mejorar en ataque, pues si defendemos como estos últimos partidos, la línea es buena.

Debutó contra el Sevilla y dijeron: el de Tapia es fútbol galáctico, la pelota siempre está por las nubes. Defiéndase.

No hay por qué. El equipo tenía malos resultados, carecía de regularidad: es imposible jugar bien así. Mi ideal es jugar como el Barça de Cruyff o el Madrid de la Quinta del Buitre. Pero, de momento, no tengo a Ronaldinho Quizá dentro de dos meses, también sin Ronaldinho, seremos una maravilla. Ahora hay que tratar de mejorar siendo eficaces. Que no es fácil.

Pues ha sido un placer conocerle, señor Tapia. No cambie usted.

Creo que ya no tengo edad.