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ATLÉTICO DE MADRID 1-BETIS 0

Gaitán maquilla un Atleti plano

El argentino adelantó en el minuto 8 al Atlético en un partido que no pasará a la historia. El Betis inquietó al Calderón, pero los de Simeone lograron vivir de las rentas.

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Gaitán maquilla un Atleti plano
laliga

La gente comenzó a pintar de rojiblanco los alrededores del Calderón a mediodía. Sol de invierno, viento de hielo y decenas de bufandas que lucían colores y a la par abrigaban. Unos comían, otros veían el Barça y alguno celebraba con ronda de cañas que el Gordo de Navidad había tocado por el barrio entre el último partido de Liga y éste, el primero del último año en pie del estadio, después de 50 vividos. No es fácil entender que las cosas se terminan aunque día a día estés viendo cómo se van, cómo asoma el final.

El Calderón sigue llenándose de canas, de huecos donde falta mármol y ya sólo se ve cemento, de maleza que empieza a crecer suelta en algunos lugares, cogiendo sitio. Sin embargo, aún le queda vida, momentos, partidos, diez de Liga después del de ayer, el undécimo en esta cuenta hacia atrás. Y aunque fuera trabado y feo de ver, cómo se escuchan los goles dentro del estadio. Los más antiguos del lugar pueden contarlo, esos socios que salían de la mano de los futbolistas del Atleti en el saludo inicial. En pocos sitios retumban igual. No tardó mucho en volver a escucharlo el Betis, en éste, su último partido por aquí.

Ocho minutos exactamente. Los mismos que tardó Griezmann en robar un balón en el centro, encontrar a Saúl y éste a Vrsaljko, que ya corría por la derecha como una flecha y los ojos en un lugar: el área de Adán. Allá envió el balón y allá despejó un defensa, Donk, con tan mala suerte de que la pelota, en vez de fuera, se fue al segundo palo para caerle del cielo a Gaitán. El argentino sólo tuvo que poner la pierna izquierda y convertir su regalo en gol.

El Betis, que había salido con un Ceballos tan llamativo por su pelo indescriptible (mezcla rubio platino de Messi y antigua cresta de Griezmann) como por su omnipresencia, se atemperó. El Atleti tenía la sonrisa y el balón. Y durante 15 minutos lo movió con criterio y alegría. Ya con carreras de Vrsaljko o cambios de juego de Koke que acabaron en un par de cabezazos de Godín en área contraria o un disparo de Grizi tan potente que si acaba en la red la rompe. Pero se fue arriba y, justo después, Ceballos empezó a encontrar con quién jugar.

Escribía Rubén Darío que la mujer convierte la prosa en poesía y al bético le pasa lo mismo con el balón: cada vez que tocaba uno era un taconazo, un giro o un pase imposible. Sobre su talento creció el Betis. Un Betis de Víctor sólido y bien plantado frente a un Atleti que en la primera parte sólo pisó área andaluza una vez más: un cambio de juego de Koke para la diagonal de Saúl que detuvo Adán. Segundos después, Moyá replicaba, primero ante un remate de Rubén Castro y después ante un disparo flojo de Jonás, para convertirse en el mejor rojiblanco. Sería una constante de la segunda parte lo del Betis en su área. Sólo le faltaría tino.

Rubén Castro lo intentó de falta, lo intentó de cerca y lo intentó de lejos, pero siempre se topó con sus guantes. El Atleti, mientras, sin control ni consistencia, y en un mal partido de Saúl (pitado) y gris de Koke y Griezmann, iba a fogonazos que inquietaban más pero terminaban igual: Adán. Lo intentó Torres luciendo zancada en un mano a mano y también Carrasco con un disparo a bocajarro nada más pisar el campo. Su entrada demostró que su lugar puede ser la izquierda (donde jugó) o la derecha (donde no quiere jugar) pero nunca el banco.

Le dio al Atleti tumulto aunque no claridad mientras el reloj se iba al 90’, los nervios crecían alrededor de un resultado en el alambre y el Atleti le concedía una última ocasión al Betis: una falta lateral que lanzó Joaquín y sobrevoló el área de Moyá a cámara lenta y música de Psicosis antes de irse fuera. Un final muy Calderón. Sufrido pero ganado. Como tantas otras veces en la historia de este viejo estadio.