NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 14 DE NOVIEMBRE

La «santiaguina» nació en Viena (1956)

Actualizado a
Santiago Bernabéu dando una charla a los jugadores del Real Madrid en el vestuario.

El Madrid había ganado la primera Copa de Europa el 13 de junio de ese mismo año en París, ante el Stade de Reims. Eso le daba derecho a defender su título en la segunda edición, a pesar de no haber sido campeón de liga. El campeón de liga fue ese año el Atlético de Bilbao. La primera eliminatoria enfrentó al Madrid con el Rapid de Viena, un enemigo entonces temible, sobre todo por la pareja Happel y Hanappi, jugadores de atrás sobre los que pivotaba el fútbol del equipo. Tremendo lanzador de faltas el primero de ellos. El partido de ida, el 1 de noviembre, en el Bernabéu, lo gana el Madrid por 4-2. El día 13 acude al Prater de Viena, el estadio situado junto a la célebre noria de la película El tercer hombre. A los cinco minutos, el central Oliva sufre una fractura y es evacuado en ambulancia al hospital. En el 19', Happel marca en un tiro libre. Poco después, Alonso se rompe una mano en una salida, pero se atreve a seguir. Intenta parar lo que le viene con una sola mano. En el 39', otra vez Happel, de penalti. En el 42', de nuevo Happel, en tiro libre. El Madrid se va al descanso eliminado.

Los jugadores están sentados en el vestuario, aturdidos, cuando se abre con fuerza la puerta. Entra el presidente, Santiago Bernabéu. Se quita el sombrero con la mano derecha y golpea con él fuertemente la pared. Y se pone a gritar. «¡Mujerzuelas! ¿Qué hacen ahí, lloriqueando? ¡Me da vergüenza verles, pero más vergüenza me ha dado verles ahí fuera! ¿Saben cuántos trabajadores españoles hay ahí, saben que algunos han venido de lejos, saben que mañana se van a burlar de ellos, saben los sacrificios que hace esa gente para mandar a España las divisas? ¡Son ustedes indignos de todo eso! ¡Mujerzuelas! » Hay un silencio. Zárraga se atreve a una protesta tímida: «Don Santiago... no creo que sea justo... estamos haciendo lo que podemos...». «¡Tú, cállate, que esto no va por ti!» Y reemprende la filípica, en los mismos términos. «¡Y si les queda algo de vergüenza, salgan ahí y compórtense como hombres, no me hagan pasar más vergüenza!» Cuando termina, vuelve a dar un fuerte golpe con el sombrero en la pared y se marcha pegando un portazo que casi descuadra la puerta. Había nacido la «santiaguina».

Los jugadores se miran y aceptan el desafío. Son diez, el portero tiene una mano rota, pero han recibido una inyección de moral. Se multiplican, cubren todos los espacios, arropan a Juanito Alonso, que cuando le llega el balón se lo quita de encima como puede con su sola mano útil. El Rapid de Viena empieza a verlo menos fácil. Al cuarto de hora de esa segunda parte, el Madrid conecta un ataque y un centro desde la izquierda lo intercepta de cabeza Hanappi. El balón se eleva mucho y viene a bajar a medio camino entre el punto de penalti y la frontal del área. Marsal acude al remate, pero Di Stéfano llega hecho una furia: «¡Dejaaala...!». Le aparta con el brazo, se vuelve, salta y engancha una chilena tremenda, que bate a Zeman. Es el tres a uno. El Rapid aprieta, pero no consigue el cuarto gol que necesita. El partido acaba. Alonso, Atienza, Lesmes, Muñoz, Zárraga, Joseíto, Marsal, Di Stéfano, Kopa y Gento desfilan agotados pero satisfechos. Cuando se estaban quitando la ropa, volvió a abrirse la puerta. La figura de Bernabéu se dibujó en el quicio. «Vengo a pedirles perdón por lo de antes. Son ustedes unos tíos.»

El desempate se juega en el Bernabéu, porque Saporta convence al Rapid, ofreciéndoles toda la taquilla. La gran recaudación tienta al Rapid, que acepta. Para el desempate no están ni Alonso ni Oliva, pero están Berasaluce, Atienza, Marquitos, Lesmes, Santisteban, Zárraga, Joseíto, Kopa, Di Stéfano, Marsal y Gento. El Madrid gana 2-0, goles de Joseíto (2') y Kopa (24'). El Madrid sigue. Ganará esa segunda Copa de Europa, y luego tres más, hasta la tacada de cinco. Nunca había estado tan cerca de la eliminación, ni lo volvería a estar. Le había salvado la «santiaguina».