“Yendo al Barcelona sabía que me metía en la boca del lobo”
Cruyff insistió en su fichaje como solución a la lesión de Bakero y como ‘arma secreta’ para el Clásico de la 1988-89 en el Camp Nou. Era un desconocido.

El apodo de Romerito es más taurino que futbolístico. ¿Quién se lo puso?
—Un narrador de Paraguay, Arturo Rubín. Yo era muy delgado, me empezó a llamar así y con ello me quedé.
—¿Cómo llegó al Barça?
—Aquello fue muy extraño.
—¿Por qué?
—Yo era un ídolo en el Fluminense, pero de la noche a la mañana el club me obligó a salir. Era a finales de marzo de 1989. Yo marqué un gol con el Fluminense un domingo y al acabar el partido me comunicaron que en dos días tenía que viajar a Barcelona, que iba a ser titular allí...
—¿De repente?
—Sí. Tenía 30 años, contrato, y no quería irme. Yo les dije que yendo al Barça sabía que me metía en la boca del lobo. No fue normal lo que pasó. Estábamos acabando la pretemporada y en España, la Liga. Fue muy raro...
—¿No habló con Cruyff?
—No. Él era el entrenador, pero no me llamó. Todo lo hizo José María Minguella, del Barça, y el Fluminense.
—A Cruyff se le lesionó Bakero e insistió en su fichaje...
—No sé... Nosotros nos conocíamos de la liga norteamericana. Yo jugaba en el Cosmos y él en el Washington Diplomats. Pero no hablé con él.
—¿Cuánto pagaron por usted?
—¡No sé nada! No participé en ninguna conversación. Firmé un contrato para seis meses. Si les gustaba, me quedaba. Yo no tenía sueldo como tal. Cobraba un plus por los meses que iba a jugar y las primas. Fui un miércoles y el jueves fue la presentación y el examen médico. Hice mi primer entrenamiento y después nos concentramos. Allí supe que iba a ser titular ante el Real Madrid.
—Y Lineker, al banquillo.
—Fue una gran presión para mí. Primero, por la situación. Si ganábamos nos poníamos a un punto del Madrid, que era el líder. Después, porque yo conocía que había rencillas entre Cruyff y Lineker y llegar, quitarle el puesto a un compañero de esa manera... No es fácil. Para los compañeros también fue extraño.
—¿Qué dijeron?
—Las cosas del vestuario no hay que divulgarlas.
—¿Cómo recuerda el partido ante el Madrid?
—Era el Madrid de la Quinta, venían ganando muchas Ligas. Jugamos bien, pero me comí un gol increíble. Fallé otros, pero hubo uno, de cabeza, que Buyo lo paró. Ese gol hubiera cambiado mi historia. Pero venía de la pretemporada y entré en un ruedo cuando la cosa estaba caliente.
—Y fue corneado. ¿Cruyff le perjudicó?
—Me puso a los pies de los caballos, como se dice en España (risas). Pero conozco a Cruyff, su personalidad. Le gusta arriesgar. Si le sale eso no se habría armado tanto lío. Pero el partido acabó 0-0 y el Madrid ganó la Liga.
—¿Leyó las críticas?
—Sí. Que era un bluf, ¿no? Yo estaba preparado para eso.
—También le llamaban gafe...
—Dio la casualidad que después jugué contra el Zaragoza y empatamos a cero, luego en Valladolid, otro 0-0 y me lesioné. ¡Pero yo solo! Me quedé dos meses y medio sin jugar... Pero al final marqué un gol, ¿eh?
—¿A qué equipo?
—Al Málaga, en la última jornada. Pero Cruyff y la comisión técnica ya me habían dicho dos semanas antes que no seguía. El día que marqué ya tenía hecha las maletas para irme. Me fui al Puebla, después al Sportivo Luqueño... Me retiré con 41 años.
—¿Y a qué se dedica ahora?
—Estoy en márketing del Fluminense y trabajo en una empresa católica en la que doy charlas de autoestima...
—Nadie mejor que usted para mandar ese mensaje.
—No soy ejemplo de nada, pero el mensaje es que la autoestima nunca debe venirse abajo.