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GRUPO B | ESPAÑA 1 - HOLANDA 5

La peor pesadilla del campeón

Robben y Van Persie, con dos goles cada uno, destrozan al contragolpe a la Selección. Holanda remontó al descanso el gol de penalti dudoso a Diego Costa.
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La peor pesadilla del campeón
ATLAS

Señoras, señores, hemos perdido el ángel. Mantenemos la estrella que se cose sobre el escudo, pero hemos perdido la buena estrella, la que ayuda a ganar los títulos. La representación de la pérdida es cruel, porque ofrece foto y vídeo. Si gustan, podrán torturarse observando el error de Casillas en el cuarto gol de Holanda. Su fallo simboliza el derrumbe. El futbolista que nos había protegido durante seis años, con una primorosa mezcla de talento y suerte, nos ha dejado a la intemperie. Lo más desconcertante, lo que nos impide arriar la bandera de la ilusión, es no saber si esto ha sido una mala noche o será un mal verano.

Pero no perdimos por Iker, quede claro. Perdimos porque teníamos que perder, y les pido disculpas por una explicación tan simple. La goleada es otra historia. Así como la derrota fue un puro accidente, de la goleada de Holanda somos enteramente responsables. Primero resbalamos en la oscuridad y luego nos hicimos un daño innecesario intentando encender la luz; tropezamos con todos los muebles afilados. La herida es profunda (la goleada cuenta y duele), pero es obligado recordar, y recordarnos, que España ganó el pasado Mundial después de perder el primer partido. Si aquello sirvió para agitarnos y continuar, esto debería valer para enfurecernos y proseguir.

Retomaré el asunto de la suerte, porque nos dará perspectiva. Con el partido absolutamente controlado, Silva tuvo en el minuto 42 la oportunidad, clarísima, de hacer el 2-0, de firmar la sentencia, de poner la puntilla, adiós, Holanda. Le sobró imaginación. Intentó una vaselina y el portero le adivinó la intención. El pase de Iniesta merecía el gol, pero el balón no entró. Al menos, en la portería de Holanda.

La continuación de esa acción condujo a Holanda al empate. Blind, un muchacho de buena estirpe y cierta rigidez, pegó un zurdazo que pilló a Piqué retrasado y a Ramos distraído. Van Persie persiguió la pelota y cabeceó de modo casi acrobático. Iker, a media salida, no pudo hacer nada, o no lo hizo, uno ya no sabe qué pensar.

La igualada no se correspondía con lo visto sobre el campo. España había tardado en dominar, pero había dominado y hasta se había gustado por momentos. Iniesta, Xavi, Silva, los bajitos estaban a los mandos. Cierto es que el equipo se retrasó algo después del gol de Xabi Alonso de penalti, pero ni eso animó a Holanda, ni eso nos desdibujó a nosotros.

Nada en el descanso hacía presagiar el desastre. Al contrario, diría. La titularidad de Diego Costa nos permitía alternar el toque con el pase largo, lo que suponía una amenaza constante al achique de espacios holandés. Se demostró en la jugada del penalti, tan buscada por el delantero como inevitable para el defensa. Seguir igual parecía un buen consejo. Tener paciencia, esperar.

La lluvia fue una señal que sólo podemos interpretar ahora: siempre llueve en las ejecuciones. Lo siguiente fue el apagón. Blind volvió a ejercer de lanzador para que Robben, después de un control magnífico, confirmara la debilidad de Piqué y Sergio Ramos.

Todavía había tiempo, pensamos. Lo que no había es ángel. Un centro al segundo palo propició el tercer gol de Holanda en estrecha colaboración con el árbitro. Van Persie cargó a Casillas donde está prohibido: en el área pequeña. A partir de esa infracción, sobra discutir si Iker salió bien o mal. Salió víctima.

El cuarto sí fue suyo, enteramente, aunque lo marcara Van Persie. Iker se lo regaló con un fallo madurado durante seis años de actuaciones prodigiosas. Un gran fallo, por tanto. Un error que compromete su titularidad en la Selección y en el Real Madrid. Así de grande.

El quinto ya no dolió. Casi. Robben corrió más que Sergio Ramos y luego nos fulminó al quinto amago y al sexto regate. Holanda se había vengado. De España y del mal fario que la persigue desde hace cuarenta años. Nosotros no dejamos de ver estrellas. Pero ninguna es de campeón. Mañana será otro día. Espero.