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ATLÉTICO 0 - BARCELONA 0

El Atlético mantiene el pulso

Soberbio partido de Arda. Los rojiblancos fueron mejores en la segunda mitad, la que jugó Messi, que perdió dos buenas ocasiones. El Barça es campeón de invierno. Buen resultado para el Madrid.

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El Atlético mantiene el pulso

Arda es muy bueno y el partido fue malo. Resumida en una frase la esencia del duelo entre colíderes, que cierran la primera vuelta con 50 tremendos puntos y el Barça como campeón de invierno por el goal-average, vayamos a los detalles y las conclusiones, que haberlos, haylos. El primero: dudar del Atleti ya es vicio, no hay argumento racional que lo sostenga. Llegaba mal, parecía. Saldrá a esperar, aventurábamos. Ahora entra Messi y se acabó, se auguraba en el descanso. Bueno, pues comenzó en tromba y fue superior tras el descanso, con Leo ya en el campo. Dejemos que hable la evidencia: el Atleti está aquí para quedarse. Hasta el final.

El Barça, mientras, desperdició parte de la euforia desatada por el mesiánico regreso de su estrella, de la madre de todas las estrellas, contra el Getafe. Tuvo el Tata Martino la valentía de dejar en el banquillo a Messi y Neymar, los emblemas del club, la imagen culé en cualquier confín del planeta. Un lujo que sólo resaltaba las distancias entre ambos contendientes: el equipo del pueblo y los masters del universo, esa “pequeña diferencia de 400 millones de la que habló Simeone después. Pero la actitud del Barça hasta el descanso no acompañó la osadía de la alineación. El plan era llegar 0-0 hasta que entrara Leo. Sin más. Muy poca ambición para tanto talento como lucía sobre el césped.

El arranque del Atleti fue desbocado, quizás ofendido por tanto agnóstico. Diego Costa tardó 30 segundos en robarle un balón a Busquets en campo blaugrana y lanzarse hacia el área como si allí le esperasen las sirenas de Ulises. No era así: le esperaban centrales. Y eso a él le excita aún más.

Una vez presentado el personaje de Costa, le tocó aparecer en escena a Arda Turan. El turco es un muy buen futbolista en los partidos rutinarios y uno soberbio en los especiales. Así son los grandes. A los 4 minutos agarró un balón en la banda, fue hacia la línea de fondo, se giró y salió hacia su campo y volvió a virar hasta plantarse en la línea de fondo. Jordi Alba aún está intentando comprender qué sucedió. Pero al pase de la muerte del turco respondió Piqué, otro de los protagonistas de la noche.

El que fue hace no tanto el mejor central del mundo tiene ahora algo de Elvis en la época de Las Vegas. Actúa casi siempre al trantrán porque eso le da para sobrevivir sin problemas, pero los que le vieron en plenitud saben que algo falta. Una pizca de velocidad, un ápice de concentración... Pero de vez en cuando reaparece la antigua grandeza y no sabes muy bien si aplaudirle por lo que ha dado ese día o abroncarle por lo que escatima el resto. En el Manzanares, Piqué volvió a ser el gran Piqué.

Durante 20 minutos, el Atleti mordió como si los rivales estuvieran untados en salsa barbacoa. Presionaba, robaba y buscaba a sus delanteros sin perder tiempo. A Diego Costa le encontraba, a Villa no. Y en la soledad de su goleador murieron gran parte de las opciones rojiblancas. Duele criticar al Guaje porque su esfuerzo fue encomiable, aumentando su lucha más cuanto peor le salían las cosas. Pero es que le salieron todas mal. El Atleti le necesitaba y él no estuvo.

El despliegue físico del Atleti requería un gol para rellenar el depósito de gasolina. Estuvo muy cerca en el minuto 28, cuando Koke (extrañamente impreciso a balón parado) puso bien un córner para que Miranda lo peinase en el primer palo y Diego Costa remachase en el segundo. Es sorprendente como una jugada tan simple le sale una y otra vez al Atleti, pero el delantero llegó forzado y la echó fuera. Con la decepción, la euforia bajó, empezó la resaca y encima Pedro se puso a hacer ruido.

Con Xavi, Alexis y Cesc desaparecidos en combate (nunca mejor dicho), el canario recordó que el Barça es mucho Barça porque le pones boca abajo y le cae talento. Junto a él, Iniesta empezó a aparecer; con cuentagotas, sí, pero mejor una gota de perfume que un barreño de agua. Coprodujeron la mejor ocasión visitante cuando un gran centro del manchego lo cabeceó alto Pedro y el Barça acabó el primer tiempo rondando el área de Courtois. El Calderón acogió el descanso con una mezcla de alivio y temor: entraba Messi, subía la dificultad.

El argentino sustituyó a un Iniesta que se fue lesionado y la presencia del primero acabó por notarse casi tanto como la ausencia del segundo. Messi fabricaría las dos grandes oportunidades de los del Tata, pero el Barça ya no volvió a controlar la situación. Como si fuera Mateu, vamos.

El problema del árbitro valenciano es que su tan comentado criterio propio consiste en que no tiene criterio alguno. Lo mismo perdona que peguen con un bate que saca amarilla por dar un beso. Es imposible saber a qué atenerse. Y así desesperó a los dos: el Barça porque le mordían mucho y el Atleti porque no sabía cuándo ir a muerte y cuando tenía que pedir el balón por favor. De aplicar el reglamento, ni hablamos. Por fortuna, las áreas se pisaron tan poco que el caos fue intrascendente.

Y entre tanto ruido, se agigantó Arda. El turco dio una exhibición de controles, regates e inteligencia. Tres veces dejó en ventaja a sus puntas dentro del área sin premio: un remate fuera de Diego Costa y un par de malos controles de Villa. Con el Manzanares entregado, Arda pudo salir a hombros, pero Valdés paro su volea en escorzo.

Entre lujo y lujo del turco, Messi apareció dos veces. Dos. Y casi basta. Primero tumbó a un par de rivales, se apoyó en Alba y cabeceó fuera con muy mala intención. Luego, aprovechó un error de Juanfran para descubrir por las malas que Courtois vive inspirado. Al final, se convirtió al ardaturanismo, doctrina en claro ascenso, y le pidió la camiseta al diez local. Un sabio.

El empate final deja satisfecho a todo el mundo. Al Barça, que es campeón de invierno tras perder a Messi un par de meses, andar a vueltas con el estilo del Tata y parecer aún en construcción. Al Atleti, que cierra una primera vuelta antológica, la mejor de su historia. Y, por qué no decirlo, al Madrid, que sigue haciendo la goma cual Perico. Pero pasada media Liga, si alguien debe estar orgulloso es el Atlético. Los otros dos hacen su trabajo; él hace milagros.