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Unos incidentes que enturbian el Mundial

La barbarie del Joinville Arena es cuestión de Estado en Brasil

La alarma mundial obliga a Dilma Rousseff, a exigir castigos y mayor presencia policial en los estadios. En 2013, 30 personas han muerto en los campos o sus alrededores.

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La barbarie del Joinville Arena es cuestión de Estado en Brasil

Brasil no necesitó reproches de fuera para entonar el mea culpa tras la brutal pelea en las gradas del Joinville Arena durante el partido entre el Atlético Paranaense y el Vasco da Gama, que se saldó con cuatro heridos, uno de ellos ya dado de alta. “Día de vergüenza en el país de la Copa”, tituló en portada Correio Braziliense. “En día de barbarie, Vasco y Flu caen”, se leía en O Globo. Las dramáticas escenas ilustraban prácticamente todos los periódicos del país. Hasta la presidenta, Dilma Rousseff, personaje central del sorteo mundialista de Salvador de Bahía celebrado dos días antes, se vio obligada a utilizar su cuenta de Twitter para expresar su consternación ante la alarma mundial: “El país del fútbol no puede convivir con la violencia en los estadios”. Exigió prisión para casos de violencia flagrante y una mayor vigilancia de los hinchas que evite sucesos como los del domingo.

Rousseff se mostró partidaria de la presencia de la Policía en los estadios de fútbol, “un deporte de pasión, pero también de tolerancia”. La falta de coordinación entre las fuerzas de seguridad es el punto de mayor controversia en el caso. Dentro del estadio sólo había agentes privados contratados por el Atlético Paranaense y únicamente tres servían como barrera humana entre ambas hinchadas. Un dato sorprendente teniendo en cuenta que el pasado 2 de diciembre, la principal facción de la hinchada local había advertido en su página web que no vendería entradas ni a mujeres ni a menores de edad “debido al alto riesgo de enfrentamientos en la calle como consecuencia del alto número de seguidores del club visitante”. Allí, en los exteriores, donde nada ocurrió, sí estaba la Policía.

Su portavoz, Adilson Moreira, aseguró que fue el Ministerio Público de Santa Catarina quien decidió que fuesen agentes privados los que velaran por la seguridad del encuentro en el interior del estadio. Ese organismo lo negó. En cualquier caso, para ofrecer una imagen de contundencia que ayude a la imagen del Mundial, el presidente del Tribunal Superior de Justicia Deportiva, Flavio Zveiter, anunció una investigación sobre ambos clubes. “En algunos estadios existe una discusión sobre la presencia o no de la Policía Militar, pero eso no exime a sus propietarios de responsabilidades”. Para casos como este, sólo se contemplan sanciones económicas, pero ya se anuncian clausuras de recintos el año que viene.

El ministro de Deporte, Aldo Rebelo, exige que se aplique el máximo rigor con los culpables y sugiere desde la prohibición de acceder a los estadios hasta las penas de prisión.

La prensa internacional también observa el suceso con preocupación. L’Equipe escribió: “Escenas alarmantes a seis meses de la Copa del Mundo”. El Daily Mail británico no se explica cómo pudo reanudarse el partido después de que un helicóptero tuviese que acceder al césped para evacuar a un herido tras “unas escenas de violencia extrema”. El Daily Telegraph cree que los temores sobre la seguridad en el Mundial se dispararon con los incidentes.

Los expertos advierten de que el hecho no es aislado. Se calcula que al menos treinta personas han muerto en los estadios brasileños y sus alrededores en lo que va de año. Mauricio Murad, sociólogo y autor del libro ‘Cómo entender la violencia en el fútbol’, asegura que “algo ha cambiado para peor. Hace seis años la violencia en los estadios estaba bajo control, el problema estaba fuera. Ahora vuelve a estar dentro”. El diario Lance asegura que desde 1988 han muerto en Brasil 234 personas por la violencia en el fútbol y propone que “esos gángsters vestidos de hinchas” pasen los días de partido en comisaría, como en Inglaterra.