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Despedida de un gran jugador

Beckham dice adiós al fútbol

Beckham anunció ayer su retirada del fútbol al final de temporada. El centrocampista ha jugado en cinco equipos diferentes: Manchester United, Madrid, LA Galaxy, Milán y PSG.

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Beckham dice adiós al fútbol

A los doce años, Alex Ferguson hizo uno de esos actos de hipnotización por los que se hizo conocido. Le contaron que había un chaval de 12 años que le daba al balón de maravilla, con fuerza, con colocación. Invitó a su familia y al propio futbolista a las instalaciones del Manchester y les hizo sentirse queridos. A los pocos días, sabiendo el interés del club del norte de Inglaterra, Terry Venables, entrenador del Tottenham donde el joven llevaba un par de años entrenándose, montó una reunión. "Así que quieres jugar en los Spurs, ¿no?", le dijo. Pero Venables sólo sabía de él que se lo querían llevar, y un par de datos que le dijeron en el club. David Beckham se dio cuenta y pensó: "No me quiere tanto como Ferguson. Tiene que ser el Manchester United".

Y en el United aprendió a ser educado, a dar la mano a todos, a no creerse mejor que los demás por ser futbolista, a ganar. Y sí, a ser futbolista profesional. Ferguson estuvo en las duras (expulsión contra Argentina en el Mundial del 98 y la predecible reacción histérica del país) y en las maduras (la triple corona al año siguiente), siempre a su lado, siempre con el consejo adecuado ("David", le dijo al volver de Francia, "si superas esto vas a hacerte hombre. Y lo vas a superar. Estos que te gritan, acabarán aplaudiéndote. Ese es tu reto").

Hasta el final. Ferguson siempre ha identificado que los ciclos acaban a los tres años y empiezan por la marcha de una de las vacas sagradas. El escocés forzó la situación donde más daño le hacía a Beckham (su mujer: el escocés pensó que Victoria le desviaba del camino) y, en una bronca, una bota le partió la ceja. El Madrid le abrió las puertas a otro gran club. No todo salió como esperaba David. Vio ganar la Liga al Madrid en un hotel de Japón y pensó que iban a caer muchas de esas. Cuando se enteró de su llegada, Roberto Carlos se tocó sus partes para decir lo que pensaba el vestuario: no impresionaba a nadie. A los tres meses de su aterrizaje, el brasileño era su mejor amigo aunque éste nunca habló inglés ni el rubio dominó el español. Pero se despistó Beckham en sus inicios blancos, alejado del régimen disciplinario de Ferguson, y el equipo no arrancaba. Parecía que se iba a tratar de otro británico fracasado al salir de su país.

En su última temporada, Fabio Capello no le entendió. Le apartó del equipo cuando el club se enteró que tenía un acuerdo con LA Galaxy. Beckham, que se entrenaba en solitario, se sintió abandonado, humillado. Él, por encima de todo, siempre había sido un profesional. Un día, no pudo más y se puso a gritar delante del italiano. "¿Por qué me trata así? ¿Qué le he hecho? Si yo sólo quiero darle todo en el campo, entregarme, matarme por usted". Capello le pidió a la semana siguiente que se uniera al grupo. Un futbolista y un icono.