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Espanyol 1 - Betis 0

Quinta victoria seguida del Espanyol en Cornellà-El Prat

Sergio García marcó el gol del triunfo del Espanyol ante los verdiblancos y suma seis jornadas consecutivas sin perder en el campeonato liguero.

Actualizado a
Quinta victoria seguida del Espanyol en Cornellà-El Prat
ALEJANDRO GARCÍAEFE

Del fútbol se pueden destacar millones de detalles, pero el único científicamente demostrable es que vive del gol. Lo saben Espanyol y Betis, uno alegremente y el otro con pesadumbre. Sergio García —y por ende, Stuani— deciden jugadas, partidos, temporadas. Los verdiblancos tienen un delantero similar —determinante, capaz de resolver él solo ante cualquier obstáculo—, pero está lesionado: Rubén Castro. Y así, un encuentro que pudo terminar con cualquier resultado (ajustado, eso sí) concluyó con la quinta victoria consecutiva en Cornellà-El Prat del Espanyol, que se sitúa 11 puntos sobre la zona de descenso y (atención) a seis de Europa. A uno continúa el Betis pese a todo.

Un par de intercambio de golpes —una internada de Molina que cortó Colotto en el 2’ y un disparo de Stuani sobre la cruceta (3’)— hicieron las veces de teloneros de un gol que llegaría muy temprano (o tarde, según estos intempestivos horarios de la Liga). En el minuto 7, Capdevila colgaba un balón desde el vértice izquierdo del área bética para que Stuani, hábil, cediera hacia atrás con la cabeza a un Sergio García que baja, se acomoda y remata todo aquello que se cruza por su camino, quizá ansioso por los kilómetros y desmarques con los que se gana el pan en cada partido. Esta vez, Sergio la cruzó de modo que nada pudiera hacer Adrián para evitar el 1-0; no se podría decir lo mismo de Paulao, quien cedió demasiado terreno en el marcaje. Entre Stuani y el del Bon Pastor forman una sociedad letal esta temporada, más agresiva que la que también tiene a Verdú como partícipe. Una suerte de la máscara y el Zorro.

La efectividad que ha encontrado este Espanyol (véase el 0-4 de la semana anterior en San Mamés) es justo lo que le falta al Betis. Efectividad, o directamente a su Sergio García. Los verdiblancos se rehicieron rápidamente del 1-0 y sobre el cuarto de hora de partido ya se hacían con la manija. Pero Rubén Castro no estaba ahí. Sus compañeros le añoran a horrores. Como Campbell, en un centro que por poco no alcanzó la cabeza de Molina, o el remate que tampoco llegó en una envenenada falta lateral botada por Beñat. El mismo jugador cerraba el primer acto con otro disparo a balón parado que Casilla repelía con los puños. Entretando, dos posibles penaltis en el mismo minuto, uno en cada área y con idénticos protagonistas, Mattioni y Pabón, en los que Gil Manzano no vio sendos derribos.

Resulta curioso cómo han cambiado las cosas en una vuelta. Y no solo por la presencia de Pabón —a diferencia de Petrov, el refuerzo de invierno perico— o que Paulao pasara de ser el goleador en el 1-0 del Villamarín a cometer ayer un providencial error. Con Aguirre, el Espanyol ha renunciado a la posesión, a las triangulaciones, a ese fútbol que sí es inherente al Betis de Pepe Mel, por otro más vertical, directo. El Espanyol ha roto el reloj de arena por otro de mayor precisión. El Betis contemporiza bien, marca los tiempos, pero el segundero del gol es hoy una manecilla rota.

Cuatro probables penaltis. Y esa mayor afinación se vio también tras el descanso, con el tercer probable penalti no señalado de la velada, un forcejeo de Nacho y Stuani en el área bética. Se le suponía a los verdiblancos un acoso y derribo que no llegó, salvo en acciones aisladas, como otra incursión demasiado forzada de Molina. En el bando contrario, Adrián tuvo que sacar en línea de meta un centro de Stuani. El portero pudo cometer la cuarta pena máxima no señalada, por un derribo sobre Sergio García que Gil Manzano consideró falta del delantero. Lo único que no podía ser.

El disparo de Chica desde la frontal, que rozó el palo, fue una de las pocas ocasiones en que el Betis sí inquietó en el tramo final, que sirvió para que Cornellà-El Prat despidiera con una ovación a Sergio. La diferencia entre disponer de un soberbio nueve o no tenerlo.