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Betis-Atlético

El Atleti no sufre sin Falcao y ya espera al Sevilla en semifinales

Los de Simeone se adelantaron con un gol de Diego Cosa tras un error de Casto y Amaya. Empató Molina en el último minuto. La ida ante el Sevilla, el jueves.

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Diego Costa marca a puerta vacía tras el error de Amaya y Casto
Diego Costa marca a puerta vacía tras el error de Amaya y CastoMorenatti

El bloque. Qué manido el concepto, qué cierta su importancia. Miren al Atleti; este Atleti de Simeone que presiona como si lo formaran futbolistas metálicos y el balón fuera un imán; este Atleti cuya defensa no se despista así crucen Charlize Theron y Olivia Wilde de cháchara por el medio del área; este Atleti que se clasificó sin apuros para semifinales de Copa pese a la ausencia de Falcao, estrella deslumbrante entre tanto gran actor de reparto sin celos; este Atleti que ahora se medirá al Sevilla sabiendo que su temporada sigue directa hacia los libros de historia rojiblanca (que los hay), pero seguirá comportándose como si fuese un equipo humilde. Y no lo es. Es un señor equipo. Un señor bloque, si prefieren.

El Betis lo vio claro muy pronto. Pese a que sus aficionados recibieron el autobús al grito de ‘¡sí se puede!’, los verdiblancos nunca mostraron una pizca de fe. Sorprendió la decisión de Mel de apostar por Salva Sevilla en lugar de por Molina, renunciar a jugar con dos delanteros e intentar generar caos en la ordenada zaga rival. Si el plan era que la movilidad fuera el arma, fracasó. Ni un mísero Thibauting que llevarse a la boca en todo el partido. Si Courtois llega a parar el penalti postrero del empate, le tenemos en carteles publicitarios por todo el mundo. No pudo ser.

El que no se toma una tarde libre es Diego Costa, ese hombre. El brasileño y Perquis tenían cuentas pendientes desde la ida y no son tipos que olviden esas cosas. En el primer cruce, intercambiaron regalos: túnel de Costa y tarascada del polaco. Al delantero del Atleti le sentó la patada como la inyección de adrenalina en el corazón de Pulp Fiction. Ya no paró hasta el descanso de liarla. En todos los sentidos, como acostumbra.

Tras varias arrancadas de esas en las que va mirando hacia el suelo pero, mágicamente, parece ver por la coronilla, Ángel le frenó con un codazo en el labio que Clos dejó en simple falta. Fue encender la mecha a la dinamita. Tras un concurso de sprints de 80 metros con Manquillo (tremendo físico y de nuevo notable), le regaló a Adrián la ocasión más clara del partido. En vista de que el asturiano mantiene su costumbre de rematar flojo, Diego Costa se encargó de marcar él.

Con ayuda, eso sí. Mucha. Justo antes del descanso, un despeje de Miranda quedó para Amaya que, ante la presión del brasileño y la falta de contundencia (en caso de existir) del aviso de Casto, cedió hacia atrás cuando su portero ya corría embalado hacia el balón. La cosa acabó con Diego Costa marcando a puerta vacía y la afición bética maldiciendo la decisión de Mel de no poner siempre a Adrián.

La celebración de Costa, mirada retadora a la grada, provocó una tangana rumbo al vestuario, pero una vez dentro el Betis sacó la bandera blanca. Para siempre. Mel quitó a Beñat y Campbell­ e hizo debutar al recién llegado Molins que pasó inadvertido. Fue una declaración de intenciones para una segunda parte en la que sólo Vadillo (le ves conducir el balón y sabes que hay sustancia) se animó. Bueno, y Clos, que pitó un penalti muy light de Godín sobre Molina, que se encargó de marcarlo. Ya daba igual, era el minuto 90 y el Atleti ya pensaba en el Sevilla. Será el jueves, con la final de 2010 aún en la mente.