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CELTA 2 - REAL MADRID 1

Cristiano cambia el panorama

El gol del portugués en el minuto 86 evita un lío tras ver cómo Bermejo y Bustos pusieron a un gran Celta con la eliminatoria encarrilada. Decidirá el Santiago Bernabéu.

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El defensa del Celta de Vigo Hugo Mallo (i) despeja un balón ante el portugués Cristiano Ronaldo, del Real Madrid, durante el partido de ida de los octavos de final de la Copa del Rey que están disputado esta noche en el estadio de Balaídos, en Vigo
El defensa del Celta de Vigo Hugo Mallo (i) despeja un balón ante el portugués Cristiano Ronaldo, del Real Madrid, durante el partido de ida de los octavos de final de la Copa del Rey que están disputado esta noche en el estadio de Balaídos, en VigoLavandeira jrEFE

El Celta dio un revolcón al Madrid. Con justicia y solvencia. Aunque el resultado es más justo de lo que los gallegos deseaban. Si el equipo de Paco Herrera no afronta el partido de vuelta como favorito es porque Cristiano Ronaldo demostró una vez más por qué es de los mejores: aparece cuando se le necesita. El 2-1 deja al Madrid angustiado pero, aun así, que nadie se atreva a descartarle como favorito. Aún quedan noventa minutos y, además, se disputarán en el Bernabeú. Dos detalles claves que sirven para dibujar el escenario ideal donde mejor se desenvuelve el Madrid. Bajo presión y con el objetivo de las remontadas.

El Celta, formidable, logró una renta algo corta atendiendo a sus méritos. Metió dos goles que pudieron ser cuatro. Y eso sí, desnudó el planteamiento de salida de Mourinho. El tanto de Cristiano, tras un medido pase de Xabi Alonso, fue más una anécdota que fruto de un plan constante y eficaz. El Celta superó durante gran parte del encuentro a su adversario. Tuvo más hambre y mejores ocasiones. Puso la misma o más intensidad que su rival y dio muestras de haber preparado mejor el partido. Al menos, con más entusiasmo. Estudió un plan, balón a la espalda de los laterales, y lo repitió siempre que pudo. Sólo le faltó algo más de acierto en la definición.

El Madrid, por el contrario, no enseñó más que pereza y la seguridad de que el Bernabéu puede con todo. Estuvo ordenado y concentrado en defensa. Lo mínimo exigible. En ataque, una vez más, dejó toda la responsabilidad a la improvisación. Que es mucha cuando los atacantes se aplican. Poca o escasa si falta Özil, como en el primer tiempo. Y nula si Di María se empeña en no soltar el balón, si Essien hace más veces de mediapunta que Modric y si los laterales, Varane y Arbeloa, no pasan de la medular. Sólo la potencia de Cristiano abre defensas.

Park pudo irse al descanso a hombros. Tuvo las tres mejores del Celta. En las dos primeras fracasó en dos centros medidos de Iago Aspas. Un Guti a la gallega. El coreano no mostró en su remate el hambre de un ariete. Aun así, tuvo otra oportunidad de reivindicarse. No es certero pero parece constante. La gran ocasión la tuvo justo antes del intermedio. Esta vez en un córner. Su cabezazo, por una vez furioso, se marchó silbando el palo. La misma suerte que corrió Bermejo en otro saque de esquina de esos en los que el Madrid reza más que cubre. A Mourinho no le gustaba nada lo que veía. Y no era por la tromba de agua que encharcaba Balaídos. Su equipo no era capaz de encarrilar la eliminatoria, Benzema se marchó lesionado de un tobillo y el cansancio de correr detrás del balón no era el esperado para afrontar luego la Liga.

El segundo tiempo acentuó las actitudes. El Celta siguió mordiendo y el Madrid, caminando. Özil salió por Di María. No aportó más chispa. Pero, al menos, sí más imaginación. Él la tiene toda. Y, de inicio, ni por esas. Cristiano estaba en otra guerra. Y el Madrid lo notaba. Prueba de ello es que justo antes de que llegara el gol del Celta, el portugués pudo ser expulsado por una entrada por detrás cuando ya tenía amarilla. Su patada fue anecdótica. La jugada de Krohn-Dehli la tapó, ya que su centro al área fue rematado con precisión por Bermejo para deshacer la igualada. El gran detalle del ariete fue clave. Le sobró un codazo más tarde de roja.

Al Madrid no le quedó más remedio que reaccionar. Con la Liga atascada, tirar otro título significaría apostar todo a la Décima. Así que apretó guiado por la raza de Alonso y la clase de Özil. Primero avisó con una gran volea de Modric y luego con uno de los misiles de Cristiano. Quedaba un cuarto de hora y Mourinho tuvo que poner a Varane de delantero, por lesión, y a Callejón de lateral. Era un caos. El resultado fue inmediato. Llegó el segundo del Celta. Golazo. Pepe regaló un saque de banda y Bustos, relevo de Aspas, la puso en la escuadra con tanta potencia como precisión. El boquete era ya inmenso. Balaídos cantaba. Hasta que Cristiano, a bocajarro, cambió por completo el panorama, dando al partido de vuelta más vida, más chispa y una mejor entrada.