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Atlético de Madrid 1 - Hapoel 0

El Atleti pasa de ronda y de todo

Raúl García marcó pronto y el equipo se durmió El Hapoel mereció empatar. Los del Cholo Simeone ya están en dieciseisavos. Acabarán líderes si puntúan en Plzen.

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PELEA. Diego Costa trata de levantarse en un lance del partido en el que peleó una balón con el portero del equipo israelí Apoula.
PELEA. Diego Costa trata de levantarse en un lance del partido en el que peleó una balón con el portero del equipo israelí Apoula.

Se veía venir desde el día del sorteo: con este grupo, la Europa League del Atleti iba a empezar en febrero y la primera fase depararía tantas emociones fuertes como un maratón de documentales de gacelas pastando. Sin leones. Así ha sido. Los de Simeone ya están en dieciseisavos, sin apuros ni brillo, siempre con los suplentes y a medio gas. Aburrido, seguro, pero conviene recordar que no hace tanto este mismo equipo era capaz de convertir una línea recta en un laberinto. La solvencia está fuera de dudas.

Y eso que ayer, ante un Hapoel revoltoso en un Manzanares desierto, llevó la relajación de nivel cabezadita a calibre siesta con pijama y orinal. Se pasó. A ello contribuyó que Raúl García marcase al poco de empezar. En el minuto 7, Adrián regaló un cambio de ritmo magnífico, una acción que hace unos meses era rutina y ahora es noticia. A su centro salió Apoula como un portero de liga de barrio. El camerunés no engaña: su aspecto, fondón y algo torpe, es la definición perfecta de sus habilidades como guardameta. Su despeje fue un remate de voleibol: tocó el suelo a sus pies. Y a los de Emre, que controló y dejó atrás para que Raúl García marcase con un disparo ajustado que tocó larguero.

Durante un instante, los 8.000 santos que acudieron al Manzanares soñaron con una goleada que justificase el frío. Fue un sueño fugaz. El Atleti pasó de moto de cilindrada media a triciclo y el Hapoel agradeció el detalle. Aprovechando que el lado derecho de la defensa local era un coladero, con Sílvio en plena involución, Ben Haim se sintió Ryan Giggs durante el resto de la noche. Línea de fondo, diagonales, sorprendiendo por el centro... No había ruta difícil hasta Asenjo, que le sacó con la cara la ocasión más clara antes del descanso.

No sorprende que la grada matase el rato intentando averiguar por qué, tras tantos derbis, el colegiado sueco había decidido que la equipación rojiblanca era incompatible con el blanco del Hapoel, obligando al Atleti a jugar de negro. Cada árbitro es un mundo. Uno extraño. Y la situación no mejoró en la segunda parte. Al contrario.

Hasta Cebolla parecía apático, algo que uno consideraba imposible. Adrián no era capaz de acabar lo que empezaba: el portero (sí, este portero) le ganó dos mano a mano y, con todo a favor, cabeceó incomprensiblemente alto un centro perfecto de Koke. Y Diego Costa recuperó esa cara turbia que tanto daño ha hecho a su carrera, con una agresión a Maman que no vio Hansson; quizás le confundieron los colores. A saber. El caso es que el Cholo, rápido de reflejos, quitó al brasileño antes de que el árbitro descifrase lo sucedido.

El Hapoel tuvo su flirteo con la gloria en una jugada individual de Ben Haim, que traspasó a los defensas atléticos como si fuesen líquidos, antes de tropezar y dar tiempo a Asenjo a tapar su remate. Como ven, el defensor más eficiente del Atleti fue el césped. Y el atacante, Raúl García, que pudo sentenciar en el minuto 86 en otra llegada marca de la casa, pero no precisó el remate. Dio lo mismo. El Atleti ganó sin sudar y se jugará el liderato en la última jornada, ante el Plzen, en la República Checa. Le basta el empate. Después, ya empieza lo serio. Menos mal.