NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

ATLÉTICO 1 - HAPOEL 0

Clasificado entre bostezos

El Atlético vence sin brillo con un buen gol de Raúl García en el 7' en un partido para olvidar. Ya está en dieciseisavos y le vale un empate ante el Plzen para acabar primero.

MadridActualizado a
El Atlético de Madrid celebra el gol de Raúl García ante el Hapoel.
El Atlético de Madrid celebra el gol de Raúl García ante el Hapoel.MACARIO MUÑOZDIARIO AS

Lo previsto. El Atlético pasa de ronda. Y la noticia es que lo hace sin saber qué le produce más satisfacción, si el hecho de poder mirar al futuro con firmeza o el alivio de dejar atrás esta insoportable fase de grupos. No hay quien se ilusione con este invento. Una broma para hacer dinero en la que caben equipos sin nivel y partidos para olvidar. Ante el Hapoel, otro más. Por eso tampoco hay motivador capaz de meter la chispa adecuada a estos entrenamientos con público. Ni Simeone. La UEFA era otra cosa, y se añora, ya que la diferencia entre clubes quedaba muchas veces disminuida por la presión de no permitirte una mala noche. Ahora, no. Quizás por eso no es casualidad que el Calderón estuviera vacío de nuevo o que los narradores del partido hablaran de todo menos del juego. El gol de Raúl García nada más empezar sirvió para zanjar el duelo, pero también para que el Atlético se contagiara decisivamente de tanta frialdad.

El Atlético no pareció ser superior. Aunque lo es. Sin problemas que resolver, la intensidad la dejó para otra cita. Y sin actitud, hasta el mejor Atlético es vulgar. Imagínense con los suplentes que asoman en Europa. Sin fútbol hilvanado, hubo pocas cosas que rescatar. La más inesperada, que el Hapoel pareció más de lo que es. La mejor, que Adrián recupera su mortífero cambio de ritmo. De una de sus arrancadas en el costado derecho nació el único tanto del partido. El centro del asturiano desde la línea de fondo, una vez superados dos rivales, debió morir en las manos del portero. Y no fue así. Apoula evidenció su fobia a atajar y despejó a la única zona prohibida para ello: el centro. El balón cayó a Emre y éste, de espaldas, cedió con inteligencia el balón para que Raúl García, en el punto de penalti, asegurara la diana con el interior y ajustara su disparo al larguero.

El 1-0 pareció el inicio perfecto para una goleada. Y no fue más que el final de la esperanza. El Atlético hizo poco más. Se esperaba más de varios de los meritorios. Un detalle de Adrián tras un control sublime y un disparo sin maldad de Diego Costa fue lo único destacable en el primer tiempo. El Hapoel aprovechó la poca mordiente rival para probar alguna aventura. Algo que jamás hubiera imaginado. Le faltó calidad para llegar con más asiduidad. Así que sólo justificó su viaje a balón parado. Maman y Danin de cabeza hicieron enfadar a Simeone y avivar los tímidos silbidos de los pocos valientes que soportaban la pachanga. Se movió con demasiada soltura y eso no gustó a la grada.

Todos; hinchas, telespectadores y hasta jugadores esperaban la charla del Cholo en el intermedio como la vitamina necesaria para revitalizar los ánimos. Hubo cambio de planes (presión más arriba) y de piezas (Koke y Diego Costa). Y ni por esas. El peligro estuvo más cerca de Asenjo en la reanudación, que salvó el empate con una salida valiente. El Atlético sintió vergüenza torera y añadió una intensidad más a su presión. No fue un gesto fiero. Era más por compromiso. Sólo con eso, el Hapoel desapareció. Prueba irrefutable de su potencial. Con esta pequeña mejoría, Adrián gozó de un par de ocasiones para reencontrarse con el gol. Y Raúl García tuva otra para regalarse un doblete. Éste no llegó. Hubiera sido un premio excesivo. Quizás el problema real fue que jamás perdimos la ilusión de ver brotes verdes. Sin entender algunos mensajes que aparecieron desde bien temprano. El más claro fue que el Atlético vistió de negro. Y más que una concesión al rival fue una clara declaración de intenciones. Las alegrías en Europa no llegarán hasta que las exigencias aparezcan y abunden los titulares.