Beñat regresa a Nervión en un derbi que promete mucho

Dicen que hasta los siete u ocho años un niño puede llegar a cambiar de equipo, darle un giro a su pasión futbolera. En Sevilla hay dos, compañeras 363 días al año pero irreconciliables en noches como la de hoy. Hay derbi, juegan Sevilla y Betis. El fútbol según Sevilla, pequeño pero inmenso reducto del fútbol pre-moderno, aquel en el que había más pasión que dinero y otros intereses de despacho. Y hoy tiene en Nervión un nuevo y apasionante episodio. El Sevilla lo afronta como ese niño que aún puede darle un giro a su destino. Pero no sentimental, sino en los terrenos de juego.

El castillo de naipes que estaba construyendo Míchel con mimo y buena fachada se ha caído. Y el pesimismo en el entorno ha vuelto, claro. No quiere decir que no lo vaya a volver a levantar, pero las sombras de las últimas temporadas planean por el Pizjuán. Defectos que no se eliminan. Una victoria en el derbi no solucionaría todos los problemas, pero caer sería sintomático. El Betis, mientras, sonríe en puesto de Champions, se siente favorito, aunque estratégicamente diga lo contrario. No juega muy bien que digamos, pero la insultante pegada tapa cualquier duda. Justo lo que condena al Sevilla, el gol. Llegarán los de Mel, además, impulsados por el efecto Beñat. Las faltas que el año pasado endiñó el vasco a Varas todavía causan pesadillas en Nervión. Esta vez estará Palop. Gran duelo.

Ni Míchel ni Mel han mostrado sus cartas. Las del Sevilla están más claras, salvo en la banda izquierda. El Betis jugará con un sólo punta y probablemente doble pivote defensivo. Y muy pendiente de Navas.