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CHAMPIONS LEAGUE | BENFICA-BARCELONA

El Barça conquista al fin Lisboa pero llora a Puyol

El Barça rompió el gafe en Lisboa, donde nunca había marcado. Ganó 0-2 (Alexis y Cesc) y encarriló su grupo pero perdió a Puyol por lesión y a Busquets por roja directa.

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El Barça conquista al fin Lisboa pero llora a Puyol

En Lisboa no se conoce maldición más grande que la de Bela Guttman, que anunció ruina en Europa para el Benfica cuando se marchó después de hacerle campeón de Europa en 1962, pero su maldito anuncio tiene mil aristas y traspasa fronteras. El Barça, que con su convincente triunfo (0-2) rompió el gafe que le perseguía en Da Luz donde no había marcado jamás (curiosamente, no lo hizo ni en la 91-92 ni en la 05-06 y fue campeón en ambas ediciones...), no escapó a dos palos. El primero, leve: la roja a Busquets no le supondrá un gran trauma en una autopista hacia octavos en la que se jugará el primer puesto de grupo en el doble enfrentamiento ante el Celtic, sorprendente ganador en Moscú. La segunda tiene efectos devastadores a nivel psicológico para la familia azulgrana. Puyol, capitán y alma-máter, vio girar su codo de manera dramática. El día que reaparecía, Puyol volvió a irse en camilla de un campo. Tiburón lleva tiempo escapando a los malos augurios y al adiós al fútbol, pero Guttmann dejó ese estadio maldito. Adiós al Clásico...

Primero, el partido. Messi pasó como Atila sobre la maldición de los cero goles en Lisboa. El argentino dibujó el 0-1 que remachó Alexis en apenas seis minutos. Adiós barrera 'histórica' para el Barça y adiós racha para el Niño Maravilla, que no marcaba desde el 21 de abril en el último Clásico de Liga ante el Madrid. Messi terminó el trabajo recién iniciada la segunda parte, con otra arrancada única que leyó Fábregas, su colega del cadete. 0-2, juegan a lo mismo. Así resolvió el Barcelona su partido en Lisboa. Colgado de un futbolista superdotado y empujado por Fábregas, exuberante por momentos. Controla casi todas las artes del juego: recibe, pasa, desplaza en largo, se desmarca y llega. Inteligente, líder y ganador, vio sin embargo una tarjeta en el minuto 20 (justa) que pudo condicionarle.

Tuvo sin embargo el Barça la misma sombra que le ha perseguido desde que empezó la temporada: la defensa. Al Barça no le bastó ni el regreso (provisionalísimo) de Puyol para poner en orden su defensa, que fue un colador los primeros veinte minutos. Si terminó a cero la primera parte fue por la candidez en ataque del Benfica (sin Cardozo), que se estrelló con un buen Valdés ante Bruno César y con un Valdés gigante ante Lima. El Barça se desnuda con una facilidad que debería asustarle con vistas al Clásico: llega pelín tarde a la presión cuando pierde el balón en posiciones de ataque y, especialmente, sufre con las pérdidas de Mascherano, que le dejan vendido. Así, el grupo de Vilanova se vio exigido un buen rato en el bello Da Luz, aunque también es cierto que combinó con brillantez en ataque y pudo dejar resuelto el partido antes del descanso en un remate de Messi que evitó, felino, Artur.

El Barça, sin embargo, sí dejó su versión más reconocible en la segunda parte. El Benfica se derrumbó desde el 0-2 de Cesc y no dejó más noticias: ni siquiera con Aimar. Con el Clásico al fondo, el Barcelona conquistó al fin el balón y jugó con el ADN más puro de Guardiola. Vilanova dosificó a Fábregas, Valdés olvidó los sobresaltos de la primera parte y hasta Mascherano se enmendó. Estaba el Barça tan feliz en su mundo, completo tras la reaparición de Iniesta, que de la nube se cayó de sopetón Puyol, que vio su codo girar nadie sabe ni cuántos grados. Luego llegó la roja de Busquets. Las maldiciones de Guttman tienen mil aristas. Y no conocen fronteras.