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Liga BBVA | Barcelona 1 - Real Madrid 2

El Madrid ya tiene razón

Mourinho conquistó el Camp Nou. Logró un triunfo que vale un título. La victoria desnudó a un Barça con toque pero sin gol. Cristiano superó a Messi

Actualizado a
El Madrid ya tiene razón

Una Liga más y un complejo menos. El Real Madrid venció en el Camp Nou, se aseguró prácticamente el campeonato y se liberó de un trauma que le tenía endemoniado desde hace demasiado tiempo. Ya no volverá a sentirse inferior contra el Barcelona, al menos hasta donde alcanza la mirada. Las buenas sensaciones se confirman y las distancias se borran. Ya no hay ventaja del Barça, ni superioridad técnica, ni tampoco la autoridad moral que se derivaba del buen juego y del estilo universitario, casi angelical, de sus mejores jugadores. En esta ocasión, y para completar el cambio de guión, el malo de la película fue Dani Alves, suya la patada mil veces repetida y condenada.

Las conquistas son múltiples. Mourinho ganó, por fin, en el Camp Nou y el partido le dio la razón en todos los debates abiertos. Machaconamente. Marcó Khedira, Coentrao cumplió con nota y apuntilló Cristiano. Hubiera faltado el gol de Pepe y el primero casi lo marcó él. Echarse atrás y ceder la pelota dio resultado. El reparto porcentual de posesión (73/27) se observa ahora como una anécdota menor. Visto el desenlace, el sacrifico defensivo de Özil y Di María sólo puede calificarse de heroico. Ni siquiera dio tiempo a reprocharle tanta prudencia al entrenador: la sentencia de Cristiano llegó tres minutos después del empate de Alexis.

Si Mourinho suele tenerse en altísima estima hoy no le faltan razones. Si su ego es de natural disparado, será normal el tiroteo, el que nos espera. Todo le salió bien, perfecto, diríamos, sin necesidad de que su equipo jugara un gran partido. Hasta el Barcelona le salió bien, perfecto, diríamos, especialmente Guardiola.

Pases. Se veía venir. Tan romántico se ha vuelto Pep, tan deseoso de distinguirse del lado oscuro, que ha despreciado por vulgar el objetivo último del juego en cuestión: marcar goles. Lo decía Belmonte en la biografía del torero escrita por Chaves Nogales. "No es lo mismo dar pases que torear". Del mismo modo, no es lo mismo tocar que jugar bien al fútbol, sobre todo cuando tocar se agota en sí mismo, cuando no existe profundidad ni delantero que la culmine. Pretender doblegar así a un equipo como el Real Madrid es como querer matar a un toro a besos.

Y no es cierto que el Barcelona haya reinado en el fútbol mundial jugando así. Su fútbol de distracción, de hermosa distracción, siempre escondía un conejo. Pero no hay sorpresa posible cuando Messi debe ejercer de Xavi y de Messi, de Messi y de Villa, de Iniesta y de Messi. Ayer tuvo que serlo todo, primera línea, segunda y tercera; y se quedó en casi nada. Ayer quedó en clamorosa evidencia la baja forma de los otros bajitos, Xavi a la cabeza. También la necesidad de un delantero, a ser posible perverso. Lo escribió Vila-Matas en el libro de testimonios barcelonistas Cuando nunca perdíamos, título que ahora se aparece premonitorio. "Esta temporada le habrían ido muy bien al Barça tres o cuatro refuerzos (gente malvada, anormal, llegada de los barrios bajos o del extranjero, no hay que temerlos tanto)...". Pues eso.

Si de algo podrá presumir el Madrid, más que de su juego, será de haberse sentido a gusto en el infierno. Regaló la posesión en beneficio del control. Acortó el campo y presionó con más medida que en otras ocasiones, lo que le permitió hacerlo hasta el final.

Guardiola completó la trampa. La colocación de Tello y Alves como extremos comprimió lo que pretendía descomprimir. Al canterano le pudo Arbeloa y su confianza terminó bajo mínimos. Al brasileño le mató el avance. Alves ha hecho carrera como lateral a base de aparecer en posiciones de ataque como un elemento inesperado e incontrolable. Algo muy similar a lo que sucede con Marcelo y antes ocurría con Roberto Carlos. Adelantarlos los deja sin horizonte y sin sorpresa. Así se sintió Alves delante de Coentrao y así acabó por enloquecer.

El primer gol del Madrid fue de una crueldad absoluta. No sólo porque lo empujara Khedira, sino por la debilidad general que demostró el Barcelona. Pepe ganó el salto a Adriano (desigual emparejamiento), Valdés se encontró con el balón mientras rectificaba una mala salida y Puyol se quedó bloqueado frente a la pelota, incapaz de despejarla.

Es normal. La fijación del Barcelona por salir jugando en todo momento y condición ha llevado a sus futbolistas a atentar contra el sentido común. Lo que es un buen hábito también puede ser nocivo. Lo hemos visto mil veces y es posible que también le sucediera al recio capitán: llegada la hora, dudó si patear la pelota o acunarla. Khedira, sin embargo, no dudó nada. Su histórico gol, el 108 del Madrid, demuestra que los caminos del Señor son inescrutables. También los de Mou.

El tanto dio validez deportiva y moral a la trama de Mourinho. Y al tiempo descubrió la desnudez del Barça. Las ocasiones de gol de las que disfrutó fueron fruto de la prodigiosa inventiva de Messi. La más clara, un pase entre líneas a Xavi, se cerró con un disparo cruzado que rozó Casillas.

Pero insisto, no era el Barça de otras veces. La imprecisión resultaba una enfermedad contagiosa y el equipo carecía de plan alternativo a la invasión besucona. Tantos fueron los balones perdidos que la primera parte dejó la sensación de que el Madrid hubiera podido sentenciar el choque y la Liga con un poco más de atrevimiento. Benzema y Cristiano estaban por la labor...

La entrada de Alexis añadió la mínima sorpresa que pedía el juego del Barcelona. Y se tradujo en el gol del empate, consecuencia de una oleada en la que el Barça quemó sus naves y agotó todos los rebotes del universo.

Golpe. Acuciado por la cercanía del Barça, el Madrid golpeó de inmediato. Di María lanzó la contra y Özil la cargó de inteligencia. Su pase a la carrera de Cristiano hubiera hecho pleno en una bolera. El remate del delantero (centro, aunque le duela) no ofreció dudas. El cuerpo de Cristiano pertenece a una versión superior y probablemente en pruebas (Madeira como la Isla del Doctor Moreau).

El Barcelona se descorazonó por completo. No tenía fútbol, pero tampoco físico para montar un asedio, rematar un córner o ganar un choque. Ni tendrá Liga. Su virtud se ha pasado al misticismo al tiempo que la carnalidad del Madrid se ha vuelto virtuosa. Tenía que ocurrir. Y pasó ayer.