Muñiz no se dejó influir por el ambiente

La actuación de Muñiz Fernández iba a ser muy vigilada por ambos clubes tras las declaraciones realizadas en los últimos días desde Osasuna y por la polémica del Villarreal-Madrid. El árbitro del Colegio Asturiano resolvió bien la papeleta. No se dejó influenciar por el ambiente cargado existente, estuvo casi siempre correcto en el aspecto disciplinario y demostró una buena condición física. En líneas generales, hizo un buen arbitraje.

Empezó el partido con una amonestación en el minuto 3 a Sergio por una obstrucción a Cristiano y pudo hacerlo antes por un agarrón de Granero a Raúl García en el 2'. En el 10', decidió echar al técnico de Osasuna José Luis Mendilibar. "Fue expulsado por el siguiente motivo: protestar de forma airada una decisión mía, saliendo del área técnica y levantando los brazos en señal de disconformidad", escribió Muñiz en el acta. Es excesivo. Si no hubo insulto, debió primeramente advertirle y si hubiese continuado en esa dirección, expulsarle. Así hizo Paradas Romero en Vila-real con Mourinho. Primero, le avisó; segundo, le expulsó.

La polémica continuó en el 19' cuando Cristiano cayó en el área ante Nekounam. No ocurrió nada señalizable al ser más el portugués el que busca el pie del centrocampista iraní. Muñiz acertó también al no pitar mano de Xabi Alonso tras un disparo de Nino en el 35'. El balón le dio claramente en el pecho. Además, tampoco hubo fuera de juego de Higuaín en el tercer gol blanco.

Plácido. La segunda parte fue más tranquila. El cuarto gol del Madrid vino de una clara falta de Nekounam sobre Cristiano. Después, Andrés se quejó porque el árbitro autorizó el lanzamiento de la misma cuando él estaba colocando la barrera. No tiene razón en sus protestas. Muñiz permitió el saque cuando la distancia era la correcta. Luego, en el 85', Coentrao cayó en el área ante Andrés. No se apreció bien y lo que le pudo engañar es la forma de caer del portugués. Por último, expulsó por protestar, con dos tarjetas seguidas, a Lamah en el 89'. Correcto. El rojillo se equivocó en la vehemencia de sus quejas.