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Liga BBVA | Betis 1 - Espanyol 1

Pandiani imparte justicia en el Villamarín

Un tanto del uruguayo en el minuto 92 tras un fallo garrafal de la defensa bética puso la igualada en el marcador tras el tanto de Rubén Castro.

Rubén Jiménez
Actualizado a
Pandiani imparte justicia en el Villamarín

Cuando a un equipo no le salen las cosas, da igual todo. El fútbol, marcar primero, la afición.... Da igual. Y eso es lo que experimentó el Betis en el minuto 92 de su partido ante el Espanyol. Con la victoria en el bolsillo tras un partido en el que, la verdad, no hizo méritos por ganar, un centro malo de Javi López se acercaba a la frontal del área bética, donde esperaban Pereira y Nelson para despejar. Pues nada, ni el uno ni el otro ni los dos a la vez. El esférico pasó entre los defensas y le cayó al Rifle Pandiani, que hizo lo que lleva haciendo toda una vida. La paró con el pecho, apuntó y la clavó en la escuadra contraria. Imposible para un Fabricio que no se lo creía. Ni Mel. Ni el Benito Villamarín.

Si el fútbol es un espectáculo que el público paga por ver, los espectadores del Villamarín pueden reclamar que les devuelvan el dinero de los primeros 45 minutos. Fabricio y Casilla pudieron no jugar en la primera mitad, que nadie se daría cuenta. Sobran los dedos de una mano para enumerar las veces que los dos guardametas tuvieron que intervenir para evitar una ocasión del rival. A la presión alta del Espanyol respondía el Betis con pelotazos. Cuando el equipo de Mel empezó a tener la bola, los de Pochettino contragolpeaban sin mayor peligro. Un insípido encuentro que sólo se salvaba de vez en cuando, cada vez que Coutinho tocaba el esférico y dejaba semillas de calidad sobre el tapete del feudo verdiblanco, pero no llegaban a florecer.

Los bostezos del inicio de la obra tornaron en esperanza cuando empezó el segundo acto. El implícito pacto de no agresión de la primera parte se rompió con el rodar del balón y se escenificó de la forma más absurda. Un despeje irrisorio de Rui Fonte acababa en un córner, y comenzaron las hostilidades. Casilla se lucía en ese mismo saque de esquina y cinco minutos después Fabricio sacaba abajo un disparo lejano de Albín que iba engordando de peligro según se acercaba a la portería. ¡Viva, había porteros!

El Betis se enchufó, pero sin preocuparse por tratar bien al balón, como con pilas nuevas cada vez que tocaba el balón salía a toda velocidad al ataque, pero sin planificarlo. Y se agotó sin recoger frutos. Se ralentizó, fue a menos y el Espanyol lo aprovechaba, aunque privado de su mejor artillería (Sergio García y Verdú), usó los viejos recursos, las catapultas, los disparos lejanos. Lo probó Romaric a falta de 20 minutos y a punto estuvo de derribar a Fabricio. Ese tembleque de piernas animó a los blanquiazules que creyó haber dado con la tecla. Coutinho dos minutos después rozó el larguero y Romaric, herido en el orgullo, rozó el palo en su segundo intento de conquista de la portería bética.

El Betis estaba superado y dominado. Y marcó. Aún estremecido por el último intento de Romaric, Pereira controló un balón en la derecha, se la acomodó en la zurda y le puso el balón en la cabeza a Rubén Castro, que la picó para hacérsela inalcanzable a Casilla. Sin dominar, sin un gran juego, pero los de Pepe Mel sonreían, alejándose del abismo del descenso. Pero se relajó y jugó a chica, a aguantar el gol y se olvidó del balón. Y se lo quedó en propiedad el Espanyol, que pudo empatar en una acción en la que Didac no acertó a definir ante Fabricio tras un pase genial de Coutinho. Qué cabeza la que le dejó salir del Inter. Pero el Betis también tuvo la suya de sentenciar, aunque el destino no estaba por la labor. Salva Sevilla reventó el balón sin miramientos cuando Casilla ya estaba batido y casi la saca del estadio. Era en minuto 88. Y en el 92' apareció Pandiani.

Y resulta que el empate no es excesivamente malo para ninguno de los dos. El Espanyol, mermado por las bajas y por el cansancio de dos días menos de descanso sigue en la pelea por colarse en Europa y el Betis sube otro escalón más de esa escalera hacia el cielo que cantaba Led Zeppelin. Un cielo que no es otro que el de permanecer entre la élite del fútbol español otra temporada más.