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LIGA BBVA | GRANADA 0-VALENCIA 1

Feghouli atina e Iturralde vacía el cargador

Un Valencia muy defensivo se encuentra con una victoria en Granada gracias a un gol de Feghouli y recupera la suerte del triunfo. Iturralde sacó 13 tarjetas, nueve al Valencia.

Fernando López
Actualizado a

El Valencia tan sólo acumulaba una victoria (4-0 ante el Sporting en casa) en ocho partidos de Liga en 2012. Tan sólo siete puntos de 24 posibles. Un registro pobre para el máximo aspirante a ser tercero de la competición doméstica, primero de la llamada 'otra Liga', esa en la que las palizas de Madrid y Barça no cuentan. Con este reciente historial, además de la crucial baja de Ever Banega, el Valencia visitaba al Granada, un equipo inmerso en 'la etapa rosa', ese idilio único que producen las nuevas relaciones, los nuevos entrenadores. El problema de ese periodo es que todo parece tan perfecto, tierno y alegre que no te das cuenta de tus propios errores, soslayados con demasiada ligereza. No pasa nada, ya cambiará, piensas. Pero en 90 minutos no te da tiempo a lamentarte y el error de Siqueira, inocente e indolente en la marca de Feghouli, le costó el encuentro al Granada, instalado en la cruel lucha del descenso.

Del partido también quiso ser protagonista el célebre Iturralde, que en su año de despedida dejó un récord insólito: amonestó a nueve titulares del Valencia (sólo Guaita y Jonás se libraron de la masacre) sin expulsar a ninguno. Según Mr. Chip es la segunda vez que pasa en la historia de Primera (el Sevilla lo sufrió el 12 de mayo de 1996). El vasco acabó sacando 13 tarjetas en total y concediendo un descuento de siete minutos sin motivos suficientes que lo justificaran.

El partido fue feo, no por violento, sino por malo. Demasiadas imprecisiones y muy pocas ocasiones. El culpable de esto, para bien y para mal, fue el Valencia. El conjunto de Emery está planteado para ser eficaz, no bonito. En defensa es fuerte, rocoso, incómodo. En ataque es práctico, sin excesos. No se va a por un balón si no se saca algo positivo de él. Esto ayuda a que el equipo nunca esté desordenado y contadas son las ocasiones en que el rival ataca en superioridad. Por abajo, con el tan de moda toque, es complicado crearle peligro. La telaraña de Topal ocupa tanto campo que resulta difícil ver algún hueco incluso por la televisión y obliga a precisar de un fútbol diferente: balones a la olla. Allí el Valencia es el rey. Emery puso enfrente de Guaita una muralla, un frontón. Bruno, Rami, Víctor Ruiz y Mathieu. Además del propio Guaita, un portero valiente y muy seguro por alto. El Granada no está previsto para esto. Los de Abel acusaron en exceso este sistema y se perdieron en triangulaciones imposibles y centros al área, atrapados por el incansable Topal y sus secuaces (Rami y Ruiz).

Sin apenas ocasiones, los argumentos para ganar un partido se reducen demasiado. Sin Banega, el conjunto valencianista obvia la pelota porque carece de medios para ello y le entrega su patria potestad al rival. En el fondo es una excusa, porque el equipo parece cómodo sin el balón, pero se ancla demasiado a una aparición de Soldado, Jonas, Feghouli o Jordi Alba, sus avanzadillas. Lo mejor es que la idea suele funcionarle a Emery. Y así resolvió el partido. Corría el minuto 31. Con el Granada muy adelantado, Jonas, la luz del Valencia, vio un desmarque de Feghouli. El francés no corre, galopa, y para cualquiera es imposible cazarle. Incluido el veloz Siqueira. Feghouli controló perfectamente, recortó hacia dentro y soltó un zurdazo que pilló en un renuncio a Julio César, que vio como la pelota le superaba lentamente. Dos ocasiones de Alba y Tino Costa pudieron sentenciar el encuentro, pero el Valencia ya tenía su premio.

El encuentro se puso perfecto para los visitantes. El Granada quiso darle más ritmo al juego en la segunda parte, abrió el campo y aprovechó la explosividad de Jaime y Dani Benítez. El intento tuvo más voluntad que otra cosa y los rojiblancos, demasiado imprecisos frente al área del Valencia, apenas fueron capaces de terminar alguna jugada. Sin tiro, el Granada se acabó. El Valencia, muy cómodo en el alambre y en su papel de villano, seguía midiendo mucho sus incursiones en territorio enemigo. Ya era suficiente. Un gol, tres puntos y terceros una semana más.