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Copa del Rey | Barcelona - Real Madrid

Un Madrid al ataque ante un Barça de gala

Mourinho cambia de estrategia y buscará el dominio del juego.

Actualizado a
<b>LLENAZO, PERO QUEDAN ENTRADAS. </B>El Camp Nou presentará el aspecto de las grandes ocasiones (con tifo incluido), aunque en la tarde de ayer todavía quedaban entradas disponibles. Guardiola insistió en su conferencia de prensa en que la afición debe acudir en masa al estadio.
rodolfo molina

Aunque el entrenamiento del Real Madrid fue a puerta cerrada, poco después de su finalización alguien filtró que Mourinho había ensayado un rotundo y arriesgado sistema de ataque. Temporada de topos. De confirmarse la información (espionaje y contraespionaje son fuerzas en batalla permanente), el entrenador apostaría por un equipo muy similar al que ganó al Athletic el pasado domingo. Es decir, una línea ofensiva en la que no faltarían, se supone, Özil, Kaká, Cristiano y Benzema. Hasta Higuaín podría tener cabida. Quién sabe si Callejón. El salto es mortal y con tirabuzón pero ofrecería al entrenador una escapatoria (la valentía) que no encontraría en caso de plantear un partido cobarde.

Asumida la ventaja con la que parte el Barcelona, los factores suicidas juegan a favor del Madrid. La primera razón es que el equipo mejora lejos del orden y se multiplica en el caos: robos, contraataques, carreras, intercambio de golpes. Los otros motivos son psicológicos: hay pocos estímulos más eficaces que la supervivencia y el orgullo. Lo advertimos el pasado año en la vuelta de la Champions (0-2 en la ida). Pese a que muchos esperaban una goleada culé, el Madrid empató (1-1) y hubiera tenido ocasión de arrinconar al Barça de no ser por la negligencia del árbitro.

Ese antecedente nos confirma otro dato: los Clásicos tienden a lo más improbable. Lo fueron el 5-0 o el triunfo madridista en la Copa, y vuelve a ser improbable aquello por lo que apostamos ahora: un partido igualado y una eliminatoria viva durante muchos minutos. Lo probable es equivocarse. Pero lo probable suele ser terriblemente aburrido.

Amenaza. Para el Barça (equipo de gala) queda la preocupación de lo que resulta sencillo y no puede serlo tanto. Guardiola ha percibido esa amenaza y por eso concentró ayer a sus jugadores, en contra de su costumbre. Su objetivo es no despertar al viejo oso dormido: el miedo al Madrid, el contagioso victimismo, el fatal pesimismo azulgrana en contacto con el blanco. Contra eso juega el Barcelona, más que contra once (buenos) futbolistas desesperados. Los maracanazos se fabrican así.

Si las intuiciones se cumplen, el Madrid podría dominar el partido, hecho casi inédito. Siguiendo esa tesis, el Barça aguardaría en su campo en busca de un contragolpe mortífero, pero sin balón, situación casi insólita. Un empate técnico que dejaría al visitante a un gol del susto y a dos del milagro. Sumen a eso el runrún del estadio y de los barcelonistas extramuros.

Influencia. El factor Pepe merece capítulo aparte. Es seguro que si juega tendrá una influencia sobre el partido, pero cuesta medir en qué sentido y en perjuicio de quién. En teoría, todo lo que aleje al duelo de la normalidad beneficia al Madrid, pues lo anormal será eliminar al Barcelona. Pero a veces el ruido devora a quien lo produce.

Además de la duda ética de Pepe, el Madrid cuenta con las dudas deportivas de Granero y Lass, que ayer hicieron trabajo aparte. Di María y Khedira, descartados, prosiguen sus procesos de recuperación y hoy se hará pública la convocatoria después del entrenamiento fijado a las diez. Mourinho también ha cambiado sus hábitos.

Juega Pinto, por cierto. Y el 1-2 nos llevaría a una prórroga de 30 minutos y, luego, a los lanzamientos de penalti. En este partido no hay goles de oro. Son de platino.