NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Copa del Rey | Real Madrid - Barcelona

Otro Clásico: la Copa en juego y la moral también

Mourinho no da pistas sobre el once y llama a Di María, tocado.

Actualizado a
Otro Clásico: la Copa en juego y la moral también
daniel sastre

Después de siete Clásicos en menos de un año podemos afirmar que para ganar al Barcelona se necesita su colaboración. Y el Barça, en alguna medida, la ofrece. Digamos que en su enorme virtud se localiza una pequeña debilidad. El empeño por salir jugando, hasta cuando lo desaconseja el sentido común, presenta un riesgo que se multiplica con la presión del Real Madrid. No nos faltan los ejemplos. El gol que encajó en su última visita al Bernabéu (error de Víctor Valdés al querer imitar a Xavi) es la fiel representación de una obsesión que también alcanza al portero. La primera parte de la final de Copa supone la demostración más duradera. Durante 45 minutos, el Barça fue asfixiado por su rival sin que hiciera nada por salvarse. El patadón es pecado y, por lo que se vio en Valencia, pecado mortal.

Cuando nos referimos a la presión el concepto es amplio y no sólo físico. Al Barça se le presiona mordiendo, pero también jugando al fútbol. Así le superó, en tramos prolongados, el Madrid de la Supercopa y el de la vuelta de la pasada Champions. También aquel Madrid que en la pasada Liga supo colgarse del Bernabéu para igualar un gol de Messi, ustedes recordarán.

Mediocampo. Si profundizamos en la pizarra, cualquier análisis, por básico que resulte, reconoce la superioridad del Barcelona en el centro del campo. Y más que una superioridad numérica es una superioridad posicional, casi filosófica. Mientras el Madrid se maneja con medios tan ordenados que parecen atravesados por la barra de un futbolín, el Barcelona despliega una coreografía de la que participan Xavi, Busquets, Iniesta, Messi, Fàbregas y Alves. Y esto cuando no se arranca Piqué.

Considerar a Pepe como antídoto contra ese ballet tiene una parte de leyenda, pero también de verdad. Su presencia en el centro del campo incomoda mucho al Barça, casi tanto como empaña la imagen del Madrid. Pepe corta, pega y empuja a su propio equipo y al rival, nadie lo duda. Sin embargo, su reubicación descubre un preocupante sentimiento de inferioridad que no se habrá corregido en un año. Recurrir a Pepe es, en el fondo, como recurrir a Romerito, el mismo símbolo: el intento desesperado por combatir al eterno enemigo con algo distinto y ligeramente extravagante.

Habrá que aclarar, antes de proseguir, que Mourinho no dio pistas sobre su equipo. Sólo confirmó la convocatoria del renqueante Di María, que apenas tiene opciones de entrar en el campo. En otra de sus respuestas enunció todos los reproches que espera de la prensa si no gana el partido, lo que nos hace pensar que hoy, más que nunca, será fiel a sus instintos (no siempre lo ha sido en los Clásicos). Es decir, trivote con Pepe, Lass o Coentrao, según quede fijado el lateral derecho (no descarten a Ramos en esa posición). Y arriba, Cristiano, Benzema y tal vez Callejón, más intenso que Özil.

El Barcelona se entrenó en la tarde de ayer y en la mañana de hoy aterrizará en Madrid. Si no se esperan alteraciones reseñables en el once es porque Guardiola no tiene mucho donde elegir (están lesionados Fontàs, Pedro, Villa y Afellay; Keita se lo pierde por jugar la Copa de África).

La presencia de Pinto como guardameta copero es el único factor de distorsión en un equipo impecable. Y no sólo pesa sobre él la comparación con Valdés, también el gol de Cristiano en la final de Copa, foto que el madridismo utiliza a modo de estampita. La titularidad de Pinto es una concesión que jamás ofrecería Mourinho alineando a Adán. Otra vez el Barça como esclavo de su intachable filosofía.

Cracks. Apuntar que Messi no llega bien al partido parece tan peligroso como escupir contra los Alisios. Hasta en sus más desafortunadas visitas al Bernabéu ha resultado decisivo. No se puede decir lo mismo de Cristiano, también gris en los últimos encuentros. Su asignatura pendiente sigue estando en los grandes partidos en general y en los duelos contra el Barça en particular. Hoy podría ser su noche (ya le toca manifestarse), aunque le favorece poco que Mourinho le declare su favorito con tan escaso disimulo.

El último debate trasciende la Copa y se centra en sus posibles efectos. Según esa perspectiva, el Barcelona ve peligrar lo material: a esta Copa incierta tiene que añadir una Liga cuesta arriba. Lo que pone en juego el Madrid no es plata, sino ánimo. Si tampoco gana hoy sentirá que ya no puede ganar nunca. Y nunca es demasiado tiempo.