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Liga BBVA | Atlético 3 - Villarreal 0

Ole, ole, ole, el efecto Simeone

Estupendo Atleti, mucho más vertical y veloz. El Villarreal, sin alma. Brillan Diego, Tiago y Adrián. Doblete de Falcao. El penalti del 2-0, fuera del área.

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<b>PSICOLÓGICO. </b>Cuatro minutos antes del descanso Falco marcaba el primero. El colombiano se fue a buscar a Adrián, quien le había dado el pase, para celebrarlo.
PSICOLÓGICO. Cuatro minutos antes del descanso Falco marcaba el primero. El colombiano se fue a buscar a Adrián, quien le había dado el pase, para celebrarlo.

Para el Atleti, a menudo, los conceptos más simples se convierten en jeroglíficos que ni con la piedra Rosetta en la mano. Simeone, que conoce la casa como si la hubiera construido, lo sabe y parece haber dedicado estas tres primeras semanas en el cargo a disfrazarse de Supercoco (los lectores tan jóvenes como para no saber de qué hablo búsquenlo en Google y no me caen bien) y explicar a sus dispersos pupilos conceptos tan simples como olvidados al final de la era Manzano: rápido y lento, vertical y horizontal. Así el Atleti recordó que si mueve las piernas rápido, corre; que si pasa hacia delante y no hacia un lado, avanza. Y arrolló a un Villarreal en el que urge que Molina aplique similares enseñanzas.

En su puesta de largo ante una afición que le venera, el Cholo lució sus mejores galas: dos puntas, Diego y Arda por detrás y Tiago como mediocentro de los de antes, nada de defensivo u ofensivo, mediocentro y punto, como toda la vida hasta que el infausto doble pivote dedicó a dos tipos a hacer lo que siempre hizo uno. El grisáceo debut en Málaga y su desafortunada elección de palabras durante la semana, habían hecho temer que el Atleti de Simeone fuera prehistórico de puro conservador. Para nada. Desde el primer minuto presionó muy arriba, atacó con decisión, velocidad y criterio. Jugó francamente bien, en definitiva. Acostumbrados a tantos entrenadores que prometen el doble de lo que dan, el Cholo ha hecho lo contrario: ofrecer el doble de lo que había vendido. Mejor así.

El Villarreal nunca pudo competir ni en intensidad (su falta de confianza en sí mismo asusta) ni en juego (tiene talento pero el miedo parece atenazarlo). Echa en falta a Rossi, sin duda, pero Nil­mar no es un cualquiera y ayer no logró ver un balón en condiciones. Borja Valero se siente solo sin Cazorla y De Guzmán no es el socio que esperaba Bruno. Una sombra del equipo que fue.

Tres futbolistas se encargaron de ajusticiarle. Tiago es irregular y tiene poco fondo, pero 60 minutos suyos ofrecen más sensatez, salida de balón y criterio de los que el Manzanares ha visto en años. Diego con las musas despiertas es un fenómeno: liderazgo, regate, llegada, pase corto y largo... Y Adrián vale por dos, por él y por Falcao, al que su presencia multiplica por diez.

Tantos.

Ellos fabricaron los goles. En el 1-0, gran pase de Tiago a Adrián (en posición dudosa, pero tan justa que dejar jugar era lo sensato) que le regala el tanto a Falcao en el minuto 40. Clave para evitar dudas. Y en el 51', Turienzo pita penalti en una falta fuera del área de Gonzalo a Falcao, previo taconazo de lujo de Adrián, y el Tigre sentencia. El resto fue fiesta. El Villarreal ni tiró a puerta, la defensa del Atleti lució una solvencia desconocida, Juanfran demostró que se va acoplando al lateral y puede ser un recurso interesante a lo Aguilera y Diego cerró su exhibición con un buen gol, ovación al irse sustituido y abrazo del Cholo. Todo alegría.

Así pues, el efecto Simeone existe, la cuestión es que sobreviva cuando la emoción inicial acabe y que se exporte fuera de casa. Si el Atleti de ayer es el habitual, el 'ole, ole, ole' va a sonar más que el himno, pero aún queda camino. Eso sí, el primer paso fue grande.