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Liga BBVA | Sporting 0 - Real Madrid 3

Di María y las musas zurdas

Metió el primero y asistió a Cristiano en el segundo. Marcelo culminó en el tiempo añadido. El Sporting no se achicó ante el Madrid, pero le faltó llegada

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<b>IMPARABLE. </b>Di María fue una pesadilla para el Sporting y derribó el muro rojiblanco con un gol casi sin ángulo que allanó el camino madridista en El Molinón.
IMPARABLE. Di María fue una pesadilla para el Sporting y derribó el muro rojiblanco con un gol casi sin ángulo que allanó el camino madridista en El Molinón.

Di María y Marcelo, zurdos. Podría bastar con eso. Con su primera nacionalidad. Ellos regaron un desierto donde sólo crecían cactus. Lo hicieron en representación del 10% de la población mundial, la que se rige por el hemisferio derecho, la que patea una piedra y le sale con efecto. Es un hecho indiscutible: las tijeras están pensadas para los diestros y el fútbol se inventó para los zurdos. Es la teoría de la compensación divina: feos inteligentes, bajitos de altas miras, ricos sin amigos y zocatos sublimes. Entre otros tipos.

Di María y Marcelo ganaron al Sporting. Lo consiguieron, naturalmente, en colaboración con un gran equipo, incluso sin cerebro pensante. La ausencia de Xabi Alonso dejó al Real Madrid sin circulación y sin mando, entregado a la refrescante anarquía de sus zurdos. Lass quiso ejercer de timonel, pero le faltó confianza propia y, sobre todo, confianza ajena. Khedira no quiso. Y Sahin no salió. Otro zurdo.

Después de 18 minutos de inesperado equilibrio, Di María abrió la lata (los abrelatas: otro drama en zurdolandia). Coentrao (de nuevo un zurdo) le buscó desde la derecha, donde se hacía pasar por lateral diestro. La pelota voló alta y descendió incierta, convertida gracias a las nuevas tecnologías en una serpentina. Bien, pues Di María controló esa espuma entrelazada de nitrógeno expandido con la puntera (la izquierda, obviamente) y la fue amansando en varios toques que no la dejaron caer. Después atacó a Damián, con el problema de que su cuerpo no acompañó a su zurda. La genialidad se alió entonces con la torpeza del lateral derecho (paria entre los diestros), incapaz de despejar el balón y evitar el robo del zurdo. Di María ganó la línea de fondo, enfiló al portero, y cuando el mundo esperaba un pase de la muerte, el Fideo metió gol con el exterior del hemisferio derecho.

Kaputt. Aquello condenó al Sporting, ya se pueden imaginar. La sentencia era todavía más dolorosa porque sus centrales estaban bien, André Castro cumplía y Nacho Cases brillaba. Y tampoco desentonaban De las Cuevas o Barral, aunque siempre partían en desventaja. La cruda conclusión es que ante el Madrid hace falta mucho más. Pese a todo, al Sporting le dio para reclamar dos penaltis (penaltito y penaltillo) y para disponer de un cabezazo a placer de Botía que el buen central remató con un hemisferio por determinar.

Cristiano hizo el segundo gol a pase de Di María, que no sólo le esperó: le alumbró el desmarque con la mirada. Poco después, el zurdo esquelético sacó un córner y lo estrelló, con toda la intención, contra una escuadra de Juan Pablo. Otro acto contrario a derecho.

Por último, Marcelo. En la primera mitad encadenó dos túneles que eran cuevas altamiranas, repletos de arte rupestre. Ya en el tiempo añadido, enlazó engaño, incursión y remate. Marcó el tercero, mató dos arañas y arruinó el telar.

Y entre esto y lo anterior, Iturralde González. Maneja un silbato, pero podría utilizar una cerbatana. Estuvo más pendiente de los asuntos turbios que de los técnicos, más concentrado en la burla que en el fuera de juego. Lo suyo ya lo sabíamos. Lo de los balones también: son zurdos.