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Amistoso | Inglaterra 1 - España 0

Un tiro al aire mató al mejor

España cayó en Wembley tras dominar a Inglaterra hasta la exageración. Lampard firmó un 0-1 inexplicable. Cesc perdonó el empate al final

Luis Nieto
Actualizado a
<b>FALTÓ EL GOL. </b>La Selección jugó mejor que Inglaterra, pero faltó el gol, que ni Mata ni Torres lograron en esta ocasión ante Jagielka y Cole, que despeja el balón.
FALTÓ EL GOL. La Selección jugó mejor que Inglaterra, pero faltó el gol, que ni Mata ni Torres lograron en esta ocasión ante Jagielka y Cole, que despeja el balón.

Por la misma razón que nacen albinos en el África negra, serpientes de dos cabezas y japoneses de más de dos metros, Inglaterra le ganó a España en Wembley. Fue una anomalía, un capricho del destino, aunque España se empeñara en cantar una nana en la que acabó durmiéndose, aunque Cesc derramase la mejor oportunidad que tendrá en años. Pero antes y después del accidente en el que murió fue infinitamente mejor y disparó seis veces más a puerta que su rival. A Capello le quedó un triunfo desvestido de gloria y a Del Bosque, la inquietud de una nueva derrota ante una superpotencia.

La España campeona sometió exageradamente a la Inglaterra que viene en la primera parte y moderadamente en la segunda, sin dejar noticias en el marcador. Las bajas de Capello no explican del todo la escandalosa inferioridad de su selección, sobreprotegida con una defensa de cuatro, tres centrocampistas sin salida y dos extremos, Walcott y Milner, que resultaron más galgos que liebres. A Bent y a Welbeck se les heló el ánimo tanto como al recordman Casillas y a su relevo, Reina, las manos.

Inglaterra se tragó el orgullo del pionero en el minuto de silencio por sus caídos. A partir de ahí, once amapolas persiguieron sombras. España manoseó el partido sin agarrarlo de verdad, se recreó en exceso en la elaboración. Y lo pagó. La trashumancia de Iniesta, Villa y Silva no resultó suficiente para distraer. Demasiados nueves ocasionales y ninguno con verdadera vocación de área. Esa falta de portería en el horizonte al inicio y la de tino al final determinaron el revés.

Silva y Alba. Pero el partido dejó una estampa grata. España entendió que los partidos en Wembley son para la eternidad, dejen algo en caja o no. Sirven para presumir con los años, para lanzar un mensaje de autoridad, para quedar bien ante el mundo. Por eso salieron los mejores y marearon a Inglaterra en un recinto sagrado. Silva anda ya, en creación y jerarquía, a la altura de Xavi e Iniesta, y ni siquiera es censurable el conservante del doble pivote que Del Bosque añade al tiqui-taca, porque Xabi Alonso está de punta en blanco. También asoma, al fin, un lateral izquierdo, Jordi Alba. Anduvo atrevido y aplicado.

Sin embargo, España tomó mal una curva y se vio en otro partido. Nada más regresar del descanso, Bent superó por una vez a los centrales españoles, cabeceó al palo un centro de Milner al saque de una falta inexistente y el balón muerto le llovió a Lampard sobre la línea. Un gol de esos sobre los que los equipos de Capello levantan un imperio. Un gol que devolvió la fe, que no la brillantez, a Inglaterra y 'empanó' a España un rato. De Bosque fue recapitalizando el ataque sin éxito. Primero con Mata y Cesc, luego retirando un mediocentro, Busquets, para afilar al equipo con un nueve, Torres, y finalmente arrimando el hombro con Cazorla.

Con menos juego España pisó más área. Villa estrelló un remate en el lateral de la red y otro en el palo. Fueron los preparativos de la carga final, con los ingleses sin asomar la cabeza entre las murallas. En los últimos cinco minutos, Cesc Fábregas se nubló dos veces ante Hart. La segunda, sin oposición, de forma tan inexplicable como el marcador.