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Liga BBVA | Atlético de Madrid 3 - Zaragoza 1

Los olvidados salvan al técnico

Adrián metió dos goles y Domínguez, el otro. Pese al triunfo, cánticos contra Manzano y Gil Marín. La zaga del Zaragoza, de verbena. Reyes, ni convocado

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<b>CELEBRACIÓN. </b>Los jugadores del Atlético celebraron juntos los goles colchoneros. En la imagen Arda levanta la mano para animar a la grada del Calderón.
CELEBRACIÓN. Los jugadores del Atlético celebraron juntos los goles colchoneros. En la imagen Arda levanta la mano para animar a la grada del Calderón.

Cuando, con un triunfo plácido ya en el bolsillo del Atleti, el Zaragoza marcó un gol anecdótico en un despiste de la defensa, el Calderón cantó insistentemente pidiendo la cabeza de Manzano y de Gil Marín. Ya había recordado durante el partido a Luis Aragonés y al Cholo Simeone, dos mitos cuya sombra se cierne a menudo sobre los residentes del banquillo rojiblanco, pero al final del día, Manzano había salvado el puesto y lo había logrado gracias a los goles de dos de sus olvidados más incomprensibles: Adrián y Domínguez. No está claro cuánto durará el jiennense, aún con respiración asistida, pero sí que las rotaciones compulsivas tocan a su fin y que sus salvadores ayer deben pasar a titulares habituales en este Atleti.

En la resurrección de los rojiblancos también colaboró un viejo amigo, Aguirre. Ante los problemas atrás de su Zaragoza, el mexicano decidió que la solución pasaba por acumular más defensas. Hasta siete acumuló (línea de cinco y dos zagueros naturales, Meira y Ponzio, en la media) y el resultado fue esperpéntico. Su defensa siguió siendo una verbena, sólo que con más gente para equivocarse, y envió a Postiga y Luis García a un solitario exilio. Justo lo que necesitaba el Atleti, que algún alma caritativa le ayudase a marcar un gol. Su extécnico fue ese buen samaritano.

Con el ambiente tenso y Reyes con un bien merecido puesto en la grada, el Atleti necesitaba un gol pronto para evitar que el utrerano se convirtiera en arma arrojadiza y los nervios en losa. Y llegó a los 19 minutos, con un centro perfecto de Arda Turan y un cabezazo precioso de Adrián. Tan bonito fue que todo el Zaragoza se quedó quieto admirándolo, no fuera a incordiar.

Segundo.

Y al ratito (31') se repitió la escena de personas contra estatuas. Gabi saca una falta lateral al segundo palo, Godín cabecea hacia el otro lado, paralelo a la línea de gol, y remacha Domínguez, que llevaba tres partidos sin jugar pese a los errores de Miranda y Godín. Seguro que había un motivo razonable. O no. Nada más sacar de centro, el Zaragoza vivió su momento para reengancharse al partido, pero Courtois se lució ante Postiga.

Sólo tras el descanso y dos goles por debajo, Aguirre asumió su error y dio entrada a Lafita, Micael y, algo más tarde, a Juan Carlos. Es decir, talento y velocidad. El Zaragoza mejoró sustancialmente, pero era tarde. Además, el pobre Roberto seguía sufriendo como Arda (inspiradísimo) y Diego masacraban con pases a la espalda a su mantequillosa defensa. El 3-0 acabó llegando en una gran acción de Filipe, que se fue de Juárez y dio el pase de la muerte para que Adrián fusilase a placer. El asturiano casi siempre juega bien y a menudo define mal. Cuando le entran es indiscutible y cuando no, en este Atleti y con este Reyes, también. En un ataque lento y estático como el rojiblanco, la movilidad de Adrián es una bendición y su escasa utilización, un misterio.

Faltaba un cuarto de hora de teórica calma, pero el partido se le enrareció al Atleti. Postiga cabeceó a gol un córner mientras Perea le miraba atentamente, Falcao se hartó a desaprovechar ocasiones para alimentar las dudas y el Calderón recordó a su dueño y su técnico que su memoria es frágil, pero no inexistente. Fue un paso; quedan mil.