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Liga BBVA | Real Madrid 4 - Getafe 0

Todos para uno: Cristiano

'Hat-trick' del crack frente a un Getafe exento de pasión. Benzema marcó al minuto de entrar. El equipo de Míchel se la jugará ahora por no descender

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<b>CAPITÁN. </b>Marcelo, ayer capitán ante las ausencias de Iker y Ramos, volvió a ser uno de los mejores jugadores del Madrid. En la imagen, en una ocasión ante Ustari.
CAPITÁN. Marcelo, ayer capitán ante las ausencias de Iker y Ramos, volvió a ser uno de los mejores jugadores del Madrid. En la imagen, en una ocasión ante Ustari.

Cristiano, Cristiano y Cristiano. Así hasta 36 veces en Liga y 49 en el total de la temporada. Como un martillo. O mejor aún, como un mago. Porque no hay truco mayor que hacer que esto parezca fácil. Y no lo es, lo podrá decir el Getafe. El Madrid le abatió sin hacer un escorzo, con absoluta naturalidad, como se tumba a los equipos que ya están medio caídos.

Es extraño lo del Getafe. No mueve mal la pelota y así se manejó ayer. Sin embargo, resultaba imposible imaginar cómo podría hacer un gol. Era tan desigual la pelea de Colunga con Pepe y Carvalho que su proeza no era marcar, sino seguir paseando por allí sin ser devorado. Digamos que a Colunga, que es un buen futbolista (pregunten en Zaragoza), le faltaba un primo mayor que discutiera con los centrales.

El Madrid no se salió del guión de tantos partidos en su campo: orden, escrupulosa aplicación defensiva y más genialidades aisladas que brillantez colectiva. Sin posibilidad de lanzarse al contragolpe (la especialidad de la casa), el equipo muestra un fútbol rudimentario que sólo se eleva por las ocurrencias de Marcelo, Özil o Cristiano, también Di María. Con ellos no hay más plan que la insistencia. Son buenos y les llegan bastantes balones. Algo pensarán. Y lo suelen hacer.

En esas estábamos cuando asistimos al primer gol, de propiedad compartida. Porque el pase de Özil merecía otro abrazo. La jugada le sorprendió en la derecha y desde allí pegó a la pelota con el exterior de su bota izquierda, con el aristocrático desprecio de los zurdos hacia las piernas diestras. Cristiano, que salta como despegan los Harrier, culminó la jugada con un espléndido cabezazo. La jugada dejó el aroma de los golpeos exteriores de Cunningham o Martín Vázquez y de los remates de Santillana.

Nueve. Al observar goles así no se comprende el reparo de Cristiano a reconocerse como un nueve. Su dominio del juego por alto es un arma más definitiva que sus disparos lejanos, muchas veces forzados. Su instinto y su rapidez le convierten, al mismo tiempo, en ariete y llegador. Su movilidad permite otro delantero que sólo debe aceptar su papel secundario. Y un último apunte: cuando juega como ariete, Cristiano no chupa.

El segundo gol liquidó al Getafe, que se derrumbó sin épica alguna. Xabi trazó en profundidad hacia Higuaín y el rechace del portero alcanzó a Özil. El alemán turquesa recibió con la cabeza alzada, divisó a Cristiano y le entregó la pelota como los papás a sus hijos en el parque.

Nadie hubiera dicho que el Getafe era un equipo que se jugaba la vida y estaba perdiéndola. Su reacción fue tan educada como hasta entonces, jugar y tocar, pero sin uñas ni dientes. Metido de lleno en la pelea por salvarse, la ausencia de pasión le sitúa en clara desventaja respecto a otros equipos menos dotados.

Benzema logró el tercero al minuto de entrar. Cómo sería la euforia que hasta Adebayor se marcó una rabona sin enredarse las piernas. El equipo se implicó en un nuevo gol de Cristiano y al final llegó de penalti. Esta vez lo marcó suavito, medio Panenka. Mala suerte para los próximos rivales del Madrid. Mala para Zarra y Hugo. Cristiano es un dragón. Y echa fuego.