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Copa del Rey | Objetivo indiscreto

El vuelo de la Copa: de la crítica a los chistes

Internet todavía bromea sobre el 'copicidio'

Actualizado a
El vuelo de la Copa: de la crítica a los chistes
efe/kiko huesca

Cada gran acontecimiento se reserva una gran foto para el recuerdo, dos a lo sumo. Podríamos discutir si la Final de Copa queda mejor representada por el cabezazo de Cristiano, colgado del aire, o por la celebración de Casillas, sostenido por el Rey. Sobre la segunda imagen, no hay dudas. Y no era fácil desbancar el beso a tornillo de Iker a la diosa Cibeles. La otra imagen de aquella noche, estarán de acuerdo, es la de la Copa en caída libre, tomada por el fotógrafo de Efe Kiko Huesca.

Como ocurre en las estampas inmortales, la foto trasciende la noticia. No sólo captura el momento trascendental, el estropicio, sino que lo hace componiendo un cuadro. Diríamos que hasta la Copa sale guapa, como si en su momento más trágico se hubiera girado para mirar a la cámara. Pero hay más. El gesto de Benzema, con la mano en el rostro, es el de la sensatez y la actitud de Sergio Ramos, escondido bajo la mesa, es la reacción del niño que acaba de cargarse el jarrón chino. Por no hablar del atónito chófer, que vio asomar la Copa sin saber si iría acompañada de algún futbolista, o más terrible aún, de varios haciendo la conga.

El proceloso mundo de internet, termómetro de nuestras inquietudes, se apresuró al análisis. Y a las críticas de joyeros y plateros sucedieron los chistes. Que si la Copa se había suicidado al descubrirse en el autobús del Madrid. Que si la próxima promoción del AS sería el puzzle oficial de la Copa. Que si Manganeses de la Polvorosa había contratado a Ramos para tirar a la cabra del campanario. Hasta se hizo circular una foto en la que el futbolista sujetaba en brazos a una niña angelical; el epígrafe era cruel: "Se masca la tragedia". Incluso los ratones de hemeroteca han repetido con cierta acidez, una frase atribuida, según las fuentes, a Ramos o Mourinho: "No tiraremos la Copa".

El trofeo, entretanto, reposa en un taller de joyería. La duda del artesano es si reparar el descalabro o esperar a que el tiempo y los coleccionistas de rarezas compensen el desaguisado. Yo, de natural perezoso, esperaría.