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Liga BBVA | Real Madrid 4 - Villarreal 2

Cristiano fútbol club

Su exhibición de remate y determinación dan el triunfo al Madrid. Estupendo Villarreal hasta que se quedó sin pilas. Kaká puso la guinda a la goleada.

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<b>RESURRECCIÓN. </b>Kaká celebra muy feliz, junto a Cristiano, Marcelo y Özil su primer tanto de la temporada en su regreso al Bernabéu tras una larga lesión.
RESURRECCIÓN. Kaká celebra muy feliz, junto a Cristiano, Marcelo y Özil su primer tanto de la temporada en su regreso al Bernabéu tras una larga lesión.

Habrá que dejar claro, antes de empezar, que al Madrid no le rescató la suerte, ni el árbitro, ni siquiera el cansancio del Villarreal . Fue Cristiano. A él le corresponde el impulso, la fe, la remontada y la victoria. Sobre sus hombros se cargó al equipo sin que esto sea hacer de menos al grupo, nadie se moleste. Durante la segunda parte el Madrid ya era acreedor al triunfo. Más arrebatado que en la mitad anterior, controlaba y mantenía contra las cuerdas a un rival hermoso, pero exhausto. Sin embargo, hasta que volvió a aparecer Cristiano, el gol se resistía y el equipo estaba expuesto a las contingencias que amenazan a cualquier dominador, quizá una contra o tal vez un persistente fallo en el remate que deje el partido en empate. A otros les pasa.

El Madrid, sin embargo, está libre de esas contrariedades. La fortuna, en situaciones de incertidumbre, es del equipo de Cristiano . De hecho, no hay accidente alguno en su tercer gol, el que derriba definitivamente al Villarreal. Hay, simplemente, Cristiano. Allí están su empeño, su determinación, su fuerza y su clase. Por ese orden, probablemente. De manera que, de no haber sido en esa esquina, hubiera sido en la siguiente. Quien desee convertir la jugada de ese gol en la escena de un crimen está en su perfecto derecho de pintar el suelo con tiza y llamar Grissom, pero yo les ahorro la intriga. Fue Cristiano. Él liquidó al mayordomo, al marido infiel y al sargento de policía. Culpable de todo. Matador.

Nada se puede reprochar al Villarreal salvo no tener repuesto de pulmones. Su primera parte, mientras le duró el aliento, fue una prodigiosa exhibición de fútbol, de lo mejor que se ha visto últimamente en el Bernabéu. Valiente, exquisito, alegre. En lugar de patadas, anticipación. Despliegue y repliegue. Un estilo que, por repetido, ya se ha convertido en escuela.

El Madrid sufrió mucho en ese primer tramo, como si le costara entender el partido, problema que fue clamoroso en el caso de Lass, jugador más apto para los retos físicos que para resolver sudokus. Era extraño. Todo parecía favorecer al Villarreal, empezando por el balón, amarillo, y siguiendo por sus camisetas entalladas, que les agilizan la silueta y la carrera. Será un efecto visual. O no. Cazorla rozó el palo a los 30 segundos y Cani marcó a los seis minutos al culminar una jugada sencilla y elegante.

Calló el Bernabéu y respondió Cristiano. A los dos minutos, no más. Benzema insistió en el pase hasta dar con Özil y el sultán asistió a Ronaldo, que entraba por donde lo hacen los nueves. El plan de vuelo quedaba claro: intercambio de golpes, pelea con los puños desnudos y según las guerras del Marqués de Queensberry. Noble arte, boxeo en palacio.

Marco Ruben volvió a adelantar al Villarreal con otra sutileza, vaselina tras asistencia de Bruno. Y así se escurría el primer tiempo hasta que en el añadido Cristiano cabeceó, en las barbas de Diego López, una falta sacada por Xabi.

Agotados.

Cuesta distinguir cuánto acusó el Villarreal ese gol y cuánto hubo de pilas gastadas. El mismo equipo que el jueves había remontado un 0-2 al Valencia no alcanzaba para una segunda mitad en el Bernabéu, era imposible. Borja Valero, extraordinario en el primer acto, bajó un punto y con él, el resto de sus compañeros.

Y sumen a eso que el Madrid aceleró, que Marcelo se incorporó por la izquierda y que Di María se embaló como suele, inagotable y serpenteante. Fue en esas cuando regresó Cristiano. En la primera ocasión le despistó el temor al fuera de juego y el vistazo al banderín, que estaba izado. Luego no le despistó nada. Falló, se rehízo, volvió y logró el gol que le pertenecía y el que desperdició Benzema. Desde que Supermán diera vueltas al mundo al revés para salvar a la señorita Lane no se recuerda rectificación tan poderosa.

La guinda fue su asistencia a Kaká, que también puso lo suyo. Felicidad completa para el Bernabéu de no ser porque Mourinho volvió a pisar la alfombra con los pies embarrados. Sobró su celebración ante el banquillo del Villarreal. No lo merecía nadie. Ni el visitante, ni Cristiano .