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Athletic - Bacrelona | La contracrónica

El fútbol nació para ser así

Un empate heroico. Barça y Athletic demostraron que el fútbol es mucho más que una especulación, es el resultado de un entusiasmo. Como me escribió mi amigo Tomás Ondarra, atlético, "hemos perdido sin perder". Ganaron los dos.

Juan Cruz
Actualizado a
El fútbol nació para ser así

El mejor fútbol. La expectación estaba justificada, y los futbolistas le hicieron a San Mamés el honor que se merece este estadio. El fútbol nació para que se disputaran partidos como este. Hubo un empate inicial muy prolongado, pero eso no le restó al enfrentamiento la belleza que se le exige a un encuentro así. No jugaban dos equipos tan solo, jugaban dos historias. Y esas historias enorgullecen a los que respetamos este deporte como una metáfora del alma humana. El empate da la victoria al Barça. Pero el partido lo ganaron los dos. Verles jugar es entender por qué uno una vez decidió que fútbol se escribe con este abecedario: A de Athletic, B de Barça.

Silbidos y ovación. San Mamés es el fútbol. Anoche fue un monumento. Lástima que ese espectador que siempre sobra tirara una moneda a la cabeza de Abidal. Y lástima que un grupo de esos espectadores que aún no entienden que el contrario es tan sólo el que juega con el local silben aún al maestro Andrés Iniesta. No es bueno que en aficiones como esta anide tanto tiempo el odio por un viejo incidente. Pero los aplausos a Xavi lavaron la falta. Dicho sea en honor de San Mamés, esa ovación a Xavi honra a esa grada.

La barba de Messi. El argentino fue con barba a San Mamés. Un respeto. El que merece Messi y el que merece el estadio. El argentino usó el diapasón con su maestría acostumbrada, que se basa en la constancia de que el contrario ya le conoce mucho. Entonces hace uso de la picardía. Ahí es otra vez el muchacho del potrero. Apasionado con el oficio, jamás se olvida que esto es un juego. Y se divierte hasta cuando se enfada. Anoche se le subieron a las barbas. Nunca se rindió. Nadie se rindió anoche. Ni Villa, que estuvo tan desacertado que hasta él mismo se extrañó de tanto fracaso.

El secreto de Caparrós. El entrenador andaluz sabe jugarle al Barça, lo ha demostrado. Su moneda es táctica; uno a uno, los barcelonistas son casi todos mejores; el Athletic no tiene a Busquets, que es un fenómeno, pero sabe cómo interrumpir ese torrente de juego que sale de sus botas. No tiene a Pedro tampoco, pero sabe cómo secarlo. Y no tiene a Villa, pero lo deslumbra con los faros de Iraizoz, que es un portero bien puesto. Esa capacidad de control es la pesadilla de Guardiola. Y el artífice es Caparrós, un zorro adecuado para poner nervioso a Pep. Cuando marcó Llorente, a Pep se le puso la garganta seca. Era la mano de Caparrós, que dibujó un partido sabio.

Fidelidad al estilo. Ninguno de los dos se dejó llevar por la fiereza del instante; mantuvieron siempre, los dos, el estilo que marca su tradición. Cuando el Athletic empató se pusieron en juego los nervios. Y ganaron los estilos. Venció el fútbol. El resultado propone un ganador, pero el sabor que deja el partido es más importante que el 1-1. Lo recordaremos como los noventa minutos de un fútbol extraordinario que Abidal deja en la historia como el encuentro en el que al fin marca un gol, el segundo de su vida.