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copa del rey | levante 2 - real madrid 0

De la nada al derbi

Xisco de penalti y Sergio de falta castigaron a un Real Madrid terriblemente apático. Benzema, Khedira, Pedro León o Granero perdieron la ocasión de reivindicarse. En cuartos, el Atlético.

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<strong>EL MADRID, SIN PENA NI GLORIA.</strong>
EL MADRID, SIN PENA NI GLORIA.

Antes de hacer cualquier otro tipo de valoración, conviene recordar que la Copa a un partido sigue siendo una reivindicación más o menos generalizada y que antes del cierre de octavos en el Ciudad de Valencia se habían visto goles, emoción, remontadas y polémicas: eliminatorias tremendas. Y antes de cargar con excesiva dureza con el partido que perpetró el Real Madrid conviene recordar con indulgencia que no hubo partido porque el equipo blanco lo aniquiló en el Bernabéu, donde hizo su trabajo al cubo y reventó la eliminatoria con un 8-0 definitivo y definitorio. Con eso, el horario y la molestia que más que otra cosa podía suponer el partido para quienes luchan por los títulos y quienes luchan por la permanencia, ya parecía un milagro la saludable entrada (por encima de los 12.000) del estadio levantino. Cosas de la venta anticipada de entradas.

A partir de ahí cuesta hablar del partido cuando la vista se va al próximo Real Madrid - Villarreal y a una Copa que arroja un cuadro hasta la final por el que circulan Sevilla, el propio Villarreal y el Atlético de Madrid. Será un derbi en cuartos, palabras mayores para mayor gloria de esta competición que han reivindicado en octavos muchos equipos, entre ellos el Real Madrid en la ida. En la vuelta, no.

En la vuelta el Real Madrid, y ahí sí cabe la crítica, rondó por el césped con el mismo ritmo pero menos interés que en un amistoso de pretemporada, cuando al menos las cartas todavía se están barajando. Esta vez la sensación es que el pelotón de menos habituales o ya ha asumido que no hay redención en el horizonte o simplemente consideró que no era el partido para ganársela. Y esa pudo ser también la tragedia de Benzema: señalado si pasaba de puntillas y señalado si lo bordaba por no hacerlo en otros partidos y ante otros rivales. Cara o cruz, Benzema eligió cruz, firmó un partido transparente y se fue cerca de la hora para dejar sitio a Kaká y al dibujo sin '9', quizá el prologo de lo que está por venir. Tantas vueltas a la cabeza cuando más bien parecería que un delantero (un jugador) del Real Madrid tiene que jugar siempre al máximo dentro de lo posible, que esta vez no era el 100% pero sí algo más digno; Y que un jugador de su precio y sus fama hasta -hace no tanto al menos- debería desequilibrar partidos así incluso jugando en reserva de energía. Esto último, por cierto, se extiende de Benzema a buena parte de sus compañeros. A los que apenas juegan (Pedro León), a los que quieren hacerlo más (Granero), a los que tienen la coartada de la inactividad y el riesgo de las alas cortadas (Canales). A los que están de vuelta (Gago) y a los que tenían sitio garantizado pero se les está moviendo la silla (Khedira).

Tampoco Mourinho se empachó con el gancho de la cantera, un buen motivo para sentarse a ver un partido como este. Adán paró con seguridad las llegadas del Levante en el primer tiempo y encajó después un gol de penalti. Ningún reproche. Mateos pasó por el lateral hasta que se lesionó y dejó su sitio a Juanfran. No vimos a Morata aunque el día parecía propicio. En su lugar jugó, saltó al campo, Benzema en lo que parece fácilmente intrepretable como otra jugada en la partida de ajedrez de Mourinho para pedir refuerzos en la delantera. La situación preocupa y si hubiera que juzgar sólo por este partido debería preocupar la intrascendencia de Granero, la liviandad de Canales o la dosificación del talento de Pedro León, que dejó los mejores detalles pero muy poco en cualquier caso. Y con todo puede que lo que peor salió en la foto de un partido sin historia fue el centro del campo Gago - Khedira. Ni contención ni creación, falta leve para el argentino e interrogante retorcido para el alemán.

Lo demás fueron tirones musculares, un puñado de golpes a destiempo que calentaron un partido sin fútbol y treinta minutos que no sirven para juzgar dónde y cómo está Kaká, quizá una ecuación importante para lo que tiene que venir en los próximos cuatro meses: mucho. El brasileño no participó más allá de un remate de cabeza al larguero. No le ayudaron ni su estado de forma, ni la languidez del juego ni la desorganización y ausencia de circulación y de vida inteligente de un Real Madrid atípico y apático que dejó para el anecdotario su segunda derrota en partido oficial y el curioso dato de que dejará la temporada sin ganar y sin marcar en el Ciudad de Levante (dos partidos).

Al equipo de Luis García le queda un partido digno y medianamente organizado. Si se trataba de lavar la cara tras lo del Bernabéu, hizo más de eso en el Camp Nou pese a la derrota y tendrá otra oportunidad en el paseo de la Castellana, en Liga. Al menos ganó gracias a un penalti dudoso que transformó Xisco y a una falta magistralmente lanzada por Sergio. Y dejó una segunda parte seria en la que tuvo un puñado de llegadas y el balón. El primer gol, por cierto, tampoco despertó a un Real Madrid que apenas pensó en el maquillaje o el expediente. Ahí le faltó vergüenza torera, al menos para intentarlo, a un equipo al que le sobró desidia y el par de enganchones que afearon el primer tiempo.

Si se pasa página el Real Madrid ha evitado sin ningún problema las dos primeras rondas de Copa, una trampa para osos que ya le ha engullido demasiadas veces en el pasado reciente. Está donde tiene que estar, en la pomada por un título que hace tanto que no gana que tiene que ser, a la fuerza, un objetivo. Lo siguiente, en apenas una semana, será un derbi a doble partido contra el Atlético. La antitesis a priori de lo que se vio en Valencia, de cero a cien en un puñado de días. Ahí tendrá que empezar a ganar una competición en la que hasta ahora ha hecho lo que tenía que hacer: no perderla. Y ganarse los cuartos y el derecho a estar en las emociones fuertes.