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Liga Adelante | El perfil | Tristán

Del destierro de Lopera a fichaje truncado por el Madrid

J. J.
Actualizado a

Diego Tristán jugó siempre con una muleta en las piernas. Lo mejor que puede decirse de él como futbolista es que nunca ha sido uno más. Como Joaquín, como Varela, como todos los críos que se crían en la Ciudad Deportiva del Betis, sufrió los rigores de Lopera, que le ofreció un contrato de esclavo: diez años a diez millones de las antiguas pesetas. Luis Aragonés le quería en el Betis pero sus padrinos en el vestuario, Toni Prats entre ellos, le aconsejaron: "Piensa a medio plazo, vete". Y Diego encontró el Mallorca. Los grandes empezaron a tener noticias suyas y de Albert Luque allí, en un filial de figuras que terminó en Segunda B. Lendoiro le dio el contrato de su vida en el Deportivo, donde antes de ser Pichichi se vistió de blanco. Lorenzo Sanz le convirtió en una de las banderas de la campaña de 2000, pero el efecto Figo cambió su vida. Tristán puso picas en santuarios: Old Trafford, Múnich y tocó el cielo al llegar como titular al Mundial 2002. Allí, cuando estaba destinado a formar un tridente de oro con Valerón y Raúl, se lesionó. Probó las patadas del calcio en el comunista Livorno, la pureza de la Premier en el histórico West Ham..., y ahora espera en su nueva casa de La Algaba, con la muleta aún lista para el último pase.