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liga bbva | barcelona 3 - deportivo 0

Tres puntos más, una jornada menos

Bojan encarriló, Pedro embelleció y Touré remachó un triunfo rutinario del Barcelona, que descuenta un partido más en su carrera contrarreloj hacia el título de Liga. El equipo de Guardiola pasó de un arranque excelente a recrearse en exceso y de ahí a jugar cómodo pero con poco ritmo. El Depor, con mucho trabajo pero sin ninguna respuesta, resistió en el partido hasta el ecuador de la segunda parte. Ahí terminó de claudicar ante la incontestable autoridad del Barcelona: 83 puntos, el Camp Nou imbatido y seis partidos por jugar hacia el Alirón.

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<strong>IMPARABLE BARÇA.</strong>
IMPARABLE BARÇA.

Tan capital era el Clásico que casi había pasado inadvertido el tiempo hasta su llegada. Así que tras él, Barcelona y Real Madrid se han encontrado ante un abismo. La Liga se acaba y ya no cuentan las sensaciones, cuentan las matemáticas. El título está en la calculadora y de ahí, del vórtice del Bernabéu, salió un equipo destinado a ganar o perder el campeonato, el Barcelona, y un cazador obligado a creer, sumar y esperar. Creer, sumar y esperar. Creer, sumar y esperar...

Así que el objetivo del Barcelona es sumar y restar. Sumar puntos y restar jornadas, acumular razones y quitárselas al Real Madrid. Las cuentas son fáciles: el Barcelona tenía que ganar seis partidos de siete para ser matemáticamente campeón. Ya son cinco de seis tras superar al Deportivo. Con salidas de alto voltaje (Espanyol, Villarreal, Sevilla), son incuestionables los puntos del Camp Nou, ya el único campo imbatido de España. En la batalla del ánimo y el espíritu, se trata de llevar con la lengua fuera al que persigue, de minar su moral, de obligarle a acelerar tanto que termine por salirse en cualquier curva ya sin posibilidad de regreso a la carrera: siniestro total.

La tarea del Barcelona, y también su gran mérito, es mantener las revoluciones al máximo en cada partido, en cada trampa de un calendario salvaje. A la vista está el derbi catalán y tras la esquina de Cornellá el duelo ante el Inter con la final del Bernabéu al fondo. Con eso por delante y el triunfo sobre el Real Madrid por detrás, lo más difícil era tomar el pulso a un partido como este ante el Depor: entre semana, en horario tardío y protagonista de muy pocas líneas en la prensa. Y todo con la plantilla bajo mínimos. Porque, aunque su rendimiento lo enmascare, los problemas se acumulan. Entre bajas y rotaciones, el Barça no tuvo de salida ni a Puyol, ni a Abidal, ni a Busquets, ni a Keita, ni a Ibrahimovic, ni a Iniesta... No importa: 83 puntos (cifra histórica en 32 partidos) y envido sobre la mesa. ¿Envido u ordago? La respuesta está en Almería y la busca el Real Madrid.

Otro de los méritos del Barcelona es hacer de la necesidad virtud, de convertir los problemas en soluciones con una naturalidad pasmosa. Si falta Abidal, se asienta Maxwell; si Henry entra en declive, despega Pedro; si Ibrahimovic es baja, Bojan saca el rifle. Y así, y con Xavi y Messi como eje innegociable, el Barcelona siempre es el Barcelona. Juega de memoria. Juega para ganar. Juega muy bien.

El único pecado ante el Deportivo fue dejar el partido vivo durante demasiados minutos. Pudo cerrarlo en un primoroso arranque. En menos de media hora Pedro remató al poste a bocajarro, Alves envió al larguero una maravillosa chilena sin ángulo, Aranzubía se lució ante Jeffren y Messi y Bojan marcó tras el enésimo pase magistral de Xavi desde el balcón del área. Xavi no hace muchos goles pero da muchos medios goles. Y a su ritmo, a partir de su compás, el Barcelona resulta infalible incluso en un día terrenal de Messi. El argentino lo intentó todo y dejó detalles tremendos pero se mostró poco resolutivo, en ocasiones demasiado individualista, finalmente sin la chispa definitiva, la que casi siempre le acompaña.

Desde el primer gol hasta el segundo, ya en el ecuador del segundo tiempo, el Barcelona se recreó primero y pareció conformarse después. Bajó el ritmo y dejó de jugar con la portería rival como obsesión. Gobernó el balón y el partido con puño de hierro pero dejó respirar a Aranzubía y reagruparse al Deportivo, que sólo tuvo fuerzas para trabajar en dos líneas que acumulaban a nueve jugadores en trincheras defensivas. Desde ahí a Valdés nada, apenas un remate desviado de Riki en el área, potencia sin control.

Y justo cuando el marcador apretado amenazaba con poner picante y riesgo de accidente a la recta final, el Barça pegó una coz definitiva en un puñado de minutos. El segundo gol resumió unas cuantas virtudes del equipo de Guardiola: ataque del Depor cortado por Valdés que lanza con inteligencia a Alves, un lateral derecho que aparece a la contra en la posición del '9'. Una locura para otros, un día más en la oficina para el brasileño, que inclina partidos por pura insistencia. Aranzubía logró despejar pero el balón llegó a Pedro que marcó desde 50 metros, a puerta vacía, con un primer toque maravilloso con la izquierda. Poco después Touré controló a la salida de un córner (entre el pecho y el brazo) y reventó el balón en la portería de un Aranzubía harto ya de achicar agua. Golpe de gracia al Deportivo y al partido.

Hasta el final hubo reparto de ovaciones, descanso para Xavi, minutos para Busquets y Henry. Messi buscó el gol sin suerte y el Deportivo se plegó en su propia impotencia hasta la transparencia absoluta. Marcador lustroso, tres goles y tres puntos esenciales, ningún accidente reseñable. El Barcelona dominó siempre, a veces con magia y ritmo y a veces por inercia, con suficiencia y control. Pero dominó y ganó. Fue mejor y ganó. Un triunfo más, una jornada menos. Quedan seis.