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Arsenal | La intrahistoria

Wenger levantó en la ida la moral del grupo en el descanso

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De camino al vestuario el pasado miércoles, Gael Clichy le comentaba a un compañero que nunca se había visto superado de tal manera. Que llevaba jugando desde los seis años y solamente cuando le tocaba rellenar un once de gente dos o tres años mayor que él había sentido tanta impotencia. Medio en broma, le comentó: "Parece que jueguen con trece. ¡Me quiero ir a casa!". Arsene Wenger sabía que tenía un trabajo psicológico que hacer. Se oyeron gritos de ánimo de Cesc y de Sol Campbell. Wenger, calmado como de costumbre, les dijo que acababan de jugar contra el mejor equipo del mundo en su mejor versión, que no se asustaran. Pero que ellos eran igual de buenos si recordaban hacer las dos o tres cosas que se había trabajado durante la semana: adelantar la línea defensiva y presionar al que lleve el balón, por ejemplo. El Arsenal no es un equipo que trabaje la táctica en exceso pero se necesitaba el trabajo de equipo para salir vivos del Emirates. La admiración dio paso de nuevo a la confianza antes de saltar de nuevo al césped, aunque de poco sirvió: solamente cuando lo tenían todo perdido se vio al mejor Arsenal, que logró igualar el partido y mantener viva la eliminatoria hasta este partido de hoy en el Camp Nou.