Aquel que pensara que el Pohang coreano sería un rival sencillo para Estudiantes en las semifinales del Mundialito estaba muy equivocado. Los pincharratas salieron vivos de un caos. El Pohang convirtió el choque en una batalla a base de dureza y el árbitro Rosetti la avivó con algunas de sus decisiones, todas lejos de su misión apaciguadora. Los asiáticos terminaron con ocho jugadores, alguno de ellos, como el portero, mal expulsado, y hubo dos goles polémicos que debieron ser anulados por fuera de juego, uno por bando. Por si fuera poco, el delantero Denilson acabó de portero para poner el colofón a la inesperada fiesta.

Esta concatenación de incidentes permitió ver una versión entrecortada de lo que el Barça se puede encontrar en la final si hoy supera al Atlante. Aún así, Estudiantes demostró ser un conjunto con calidad en el centro del campo, muy combinativo, y en el que Benítez, Verón y Boselli tienen un papel principal. El primero de ellos hizo los dos goles de su equipo, aunque en el inicial queda la duda de si Boselli peinó en posición antirreglamentaria. Con el segundo parecía domada la fiera, pero el Pohang no se rindió ni con ocho.