El 22 de junio de 1974 le cambió la vida al marcar ante la RFA un gol histórico.

Un gol político. Tras caer el muro los alemanes de un lado preguntaban a los del otro: ¿dónde estabas cuando marcó Sparwasser? Aquel gol me trajo más problemas que alegrías.

¿Cómo recuerda el gol?

Recibí un pase largo, corrí y al entrar en el área disparé sin pensarlo y batí a Maier. Siempre dije que chuté desde el este con dirección al oeste.

Se dice que aquel gol le reportó una casa y un coche.

No recibí una casa y un coche, es una leyenda urbana.

No eran favoritos...

Preparamos un cerrojazo porque la RFA era un equipazo de estrellas como Beckenbauer o Muller y nosotros unos obreros del fútbol. En la RDA las figuras eran los atletas. La presión les superó, estaban obligados a ganar. Beckenabuer lo bautizó como el Waterloo de la RFA.

¿Recibió, como se dijo, ofertas de la RFA tras su gol?

Sí, rechacé una del Bayern Múnich porque no me interesaba salir del país. Soy hijo de una familia trabajadora y no me atraían el lujo y el dinero.

Aquel gol les condenó...

Nos metió en un grupo difícil con Holanda, Brasil y Polonia (fue Argentina y no Polonia).

¿Por qué se negó a entrenar al histórico Magdeburgo?

Porque era un cargo más político que deportivo y a mí lo que me interesaba era el fútbol. Lo rechacé varias veces, pero sí me hice cargo de las categorías inferiores del club.

Al final se marchó a la RFA.

Sí, en 1988. Acudí a un encuentro de veteranos y me quedé, estaba harto de la politización y las mentiras de mi país.

Y con la unificación...

Al principio todo adquirió tintes políticos. Muchos futbolistas de mi país jugaron obligados con la Alemania unificada. Pero todo ha cambiado y el fútbol ha ayudado a ello. Le ha ganado el pulso a la política.