El árbitro despierta el orgullo del Madrid e Higuaín se hace galáctico

LIGA BBVA REAL MADRID-GETAFE

El árbitro despierta el orgullo del Madrid e Higuaín se hace galáctico

El equipo blanco arrolló al Getafe cuando se sintió atropellado por Mateu, que expulsó injustamente a Albiol. El argentino hizo los dos goles. El Getafe fue manso contra once y contra diez.

Un ataque de indignación levantó al Madrid, dio aire a Pellegrini y puso a Higuaín en el camino de la titularidad por enésima vez. Esta fue la secuencia: Mateu echó injustamente a Albiol con el partido igualado, el Madrid enfureció de la mejor manera posible y el argentino marcó dos goles, estrelló un balón en el palo y puso en solfa el escalafón de delanteros. Eso sí, partiendo desde una banda, terreno minado en la fórmula Pellegrini. Desde el centro, en la primera mitad, había sido un cero a la izquierda. El partido dejó también un cambio a mejor en la actitud de Benzema y en el empuje de Kaká y una vuelta a la blandura del Getafe.

En medio del alboroto madridista, del alcorconazo, de la peineta de Guti, del fútbol sin alas de Pellegrini y del amargo llanto por el caído Cristiano, asomó un árbitro con sed de cámara, Mateu Lahoz, para confundir aún más el escenario. Había pasado casi media hora de partido. El Madrid había confesado su vergüenza con un punto más de intensidad en el juego y propósito de enmienda, con Benzema pidiendo un papel y poniendo empeño y con Marcelo pegado a la izquierda. Se esperaba a Higuaín en la derecha, pero para Pellegrini los prinicipos siguen por encima de la eficacia. En cualquier caso, una banda es mejor que ninguna.

El Madrid mandaba sin arrimarse en exceso y el Getafe tocaba por el centro y se quedaba en el amago en las bandas, con apuntes de arte de Pedro León que apretaban a Arbeloa y acelerones de Manu que a veces sorprendían a Sergio Ramos. Era ese Getafe que estaba haciendo histórica su insolencia en el Bernabéu aunque con cierta sosería en ataque.

También se habían reclamado dos penaltis, uno a Benzema y otro a Pedro León, que pudieron pitarse. Y en estas irrumpió Mateu Lahoz, cuyo propósito da aparentar valentía le condujo a la obcecación. Soldado corrió a por un pelotazo sobre el borde del área y le dio la espalda a Casillas para controlarlo con el pecho. Albiol, que llegaba por detrás de él, le empujó lo suficiente como para derribarle, con Pepe al quite. Una falta sin más, de amarilla con reservas, que el colegiado convirtió en roja para el central valenciano cuando no hubo asomo, ni real ni imaginario, de lo que la norma conoce como ocasión manifiesta de gol.

El atropello, la injusticia, despertó el espíritu tribal del Madrid como en ningún otro momento de la temporada. Con un Bernabéu enfurecido, el Madrid se volvió más fiero, jugó mejor y encontró a Kaká, al que también pudieron hacer penalti (m.36') en las barbas de Mateu, al que precipitaban hacia el abismo sus auxiliares (un banderazo infame evitó un mano a mano Soldado-Casillas). Benzema disfrutó de la mejor ocasión, pero su zapatazo encontró el cuerpo de Ustari, e Higuaín emergió por primera vez, aunque su remate tuvo más intención que puntería. La respuesta azulona fue un cabezazo a quemarropa de Soldado, la especialidad de Casillas para hacerse el héroe. Otra vez le salió bien.

La puntilla

El descanso no enfrió ni al Madrid ni a su hinchada, a la que Mateu había convertido en comprensiva. En menos de cinco minutos Lass y Pepe rondaron el gol. Ustari lo evitó en la primera ocasión y celebró la falta de puntería del brasileño, tras su errática salida, en la segunda. A la tercera no perdonó Higuaín, que esperó a que Mario se tragara el centro de Marcelo para controlar con el pecho y elegir el palo acertado con su zurda. Y tres minutos más tarde, con el equipo desbocado, repitió el argentino, esta vez a pase de Benzema y tras hacerse hueco por velocidad. El Madrid, al fin, le ponía cara a su ataque de orgullo, la forma de pedir perdón que le exigía la grada. E Higuaín censuraba la desconfianza de Pellegrini empleando los mismos y contundentes argumentos que ante Capello, Schuster o Juande. Su sitio está en el plan A. Y si es posible, en la banda derecha. Desde ahí fue un misil en la segunda parte. En la primera, en el centro, resultó invisible.

El Madrid entonó entonces el misión cumplida y dio dos pasos atrás con la entrada de Gago por Benzema, cuya actitud, esta vez sí, fue irreprochable. Y El Getafe, entonces, echó mano de Albín, con cuya velocidad quizá le hubieran ido mejor las cosas desde el principio, y Gavilán. Pero para entonces la desesperación le hacía dejar mucho terreno a su espalda e Higuaín, que en medio de la crisis ha visto el hueco, no estaba dispuesto a dejar pasar una. Su tercera galopada acabó con derechazo al palo, previo a otro penalti no señalado por Mateu: esta vez por empujón de Cata a Kaká.

Los cambios no sacaron al Getafe de su mansedumbre y Michel se fue sin poner en práctica lo que en el Bernabéu le enseñaron. Definitivamente, no tiene alma de sepulturero